Navia, Sergio PÉREZ

Sin alarmismos pero con precaución. De esta forma se han tomado los ganaderos del Occidente de Asturias el nuevo caso de lengua azul detectado en una ganadería de Arancedo, en el concejo de El Franco, y que confirmaba ayer la Consejería de Medio Ambiente y Desarrollo Rural del Principado. Se trata del segundo caso detectado en una explotación del Occidente después de que a finales de diciembre una ganadería de Tol, en el concejo de Castropol, registrase siete positivos.

Las sensaciones que se palpan entre los ganaderos no difieren demasiado. En la mayoría de los casos existe el temor a que la enfermedad llegue a sus reses, pero también hay quien considera que se trata de un hecho aislado, algo puntual que no irá a más. De esta opinión es Joaquín Méndez López, un joven ganadero de Jarrio, en Coaña, de 28 años, con ocho al frente de una explotación que actualmente cuenta con ochenta y cinco vacas de raza frisona. Asegura que las posibilidades de contagio son muy reducidas al tratarse de un caso puntual. «Puede darse un caso de contagio, pero no lo creo porque es un caso puntual. Es una vaca que se trajo de Alemania, donde sí hay un riesgo grande por el gran número de reses afectadas. Aquí es un caso puntual, de unas características muy determinadas y no creo que haya riesgo para el resto de la cabaña», explica Joaquín. En el país exportador apunta el ganadero el origen del problema. Destaca la buena labor de la Consejería de Medio Ambiente en el control de esta enfermedad y, por el contrario, critica el escaso número de medidas que se establecen en otros países, aunque, asegura, la normativa europea impide que el Gobierno español prohíba la importación de este ganado. «Si las vacas cumplen los parámetros señalados y las analíticas que marca la normativa europea están correctas, tú puedes importar y nadie te puede obligar a no trabajar con determinadas zonas. Aunque España considere que es una zona de riesgo, es difícil cerrar las fronteras si Europa asegura que se puede comercializar con esas zonas», recuerda.

Línea a seguir

Otros ganaderos, por el contrario, sí que se han tomado la noticia de este tercer caso de lengua azul serotipo 8 con más preocupación. José Bonifacio Méndez posee una cabaña de ochenta y dos cabezas de raza frisona en Folgueras, en el concejo de Coaña, no muy lejos de la de Joaquín, y sin embargo su miedo a un posible contagio está más latente. «Tenemos cierto miedo de que la enfermedad pueda extenderse, de que pueda llegar a contagiar a nuestros animales», explica. Veinte de las reses de su explotación fueron importadas de Alemania en el año 2002, al igual que la vaca infectada en Arancedo, «y pasaron por todos los procesos de control exigidos en aquella fecha a los animales que eran importados», señala José Bonifacio. Y aunque elogia la labor de la Consejería, estima necesarias pautas de actuación conjunta para todos los ganaderos: «Sería conveniente que la Consejería nos marcara pautas para que los ganaderos supieran a qué atenerse».