Ciertamente, los naviegos seguimos financiando un desierto. No un desierto como aquel en el que no se podía dar un paso porque estaba lleno de anacoretas, sino un desierto en el que no hay más que calaveras vacías. Parecen como la traílla de los perros de Zorita, que eran inválidos de olfato. Pero van a seguir gobernándonos animosos sin otra preocupación que disfrutar de sus sueldos. Hace unos días tuvieron la lúcida idea de chorrear la estatua de Campoamor en el parque y los medallones recordatorios de las Humoradas, Las Doloras y los Pequeños Poemas, y debieron de hacerlo con un ácido de tal potencia que el monumento ha perdido su pátina original quedando la cabeza de Campoamor parcialmente convertida en un tono amarillo, así como el cuerpo y los medallones, que causan estupefacción y risas indisimuladas y rabia por parte de los vecinos que se ven sorprendidos cada vez que miran el monumento.