Irrondo de Besullo (Cangas del Narcea), Pepe RODRÍGUEZ

«Estuvimos buscándolos por todas partes, rastreamos cada rincón, y, al final, sólo nos quedaba mirar en el río. Habíamos echado un ojo desde arriba, pero no se veía nada, así que decidimos recorrerlo. Y fui yo quien dio con ellos, sí». Luis es hermano de Alberto García Álvarez, uno de los dos hombres encontrados muertos el martes en un barranco de Besullo (Cangas del Narcea) en el interior de un coche, con el que habían sufrido un accidente el viernes. El hombre no tiene palabras para describir la escena con la que se encontró. Su familia llevaba cinco días buscando a Alberto y a su compañero, Manuel Álvarez Rodríguez, sin recibir una sola noticia.

El siniestro ocurrió el viernes, aunque los cadáveres no fueron localizados hasta el martes. El todoterreno en el que viajaban las víctimas se precipitó por un terraplén de unos 60 metros y fue a parar a un arroyo.

Tras localizar los cadáveres, Luis García llamó de inmediato al 112 e intentó ponerse en contacto con la familia de Manuel, para avisarles de lo sucedido. Debido a lo escarpado del terreno, la recuperación de los cadáveres fue compleja y se necesitó la participación del helicóptero del equipo de rescate de Bomberos de Asturias. Las familias de Alberto García Álvarez y Manuel Álvarez Rodríguez celebrarán un funeral conjunto hoy, a la una del mediodía, en Besullo. Manuel Álvarez Rodríguez tenía 38 años, era padre de dos hijos y vivía con su madre en la casa El Rico, en Otriello. Alberto García, de 34 años, tenía un hijo y vivía en Irrondo de Besullo.

Según Antonio García Fernández, padre de Alberto, «no hay nada que pueda ser peor que esto, llevamos unos días angustiosos». La familia, reunida en torno a la abuela María, de 97 años, pasa el trago como puede en un ambiente de notorio abatimiento por la tragedia: «Eran tan jóvenes que uno no espera nunca que pasen estas cosas».

Isabel Rodríguez Álvarez, madre de Manuel, está permanentemente acompañada por sus hijas, Amelia y Pilar, desde que ocurrió la desgracia. «En ningún momento pensamos que algo así podía suceder. Nosotras estábamos convencidas de que se habían ido de fiesta a Villablino o a cualquier otro lugar. Manuel estuvo aquí merendando hasta más o menos las ocho de la tarde del viernes y luego se fueron los dos a Besullo a tomar algo», relatan. Los miedos surgieron «cuando miramos las cuentas de los bancos y vimos que no habían movido dinero. Ahí empezamos a pensar lo peor». Amelia y Pilar sirven de consuelo a su madre y han venido, respectivamente, desde Ferrol y Gijón, donde viven, para estar con ella en estos duros momentos. «¿Cómo va uno a prever esto? Es imposible. Situaciones como éstas son tan duras que nadie se lo puede imaginar hasta que le pasa».