Concha de Artedo,

Ignacio PULIDO

La candidatura presentada por varias localidades españolas para optar a la instalación de un cementerio nuclear en sus contornos ha hecho recordar a los cudillerenses un viejo episodio acaecido hace ya casi 36 años. Durante el verano de 1974, el concejo se levantó contra la instalación de una central nuclear en la playa de la Concha de Artedo. Las posibles consecuencias para la vida marina, para la actividad pesquera y para el turismo consiguieron unir a todos los vecinos y dieron lugar a una fuerte campaña mediática que ni siquiera pudo ser contenida por el ya agonizante régimen franquista.

Juan Luis Álvarez del Busto, cronista oficial de Cudillero, era por aquel entonces corresponsal en varios medios de prensa y ejercía como Delegado Local de Juventud. Álvarez del Busto recuerda que durante la primavera de 1974 había comenzado a circular por los mentideros un insistente rumor en el que se hablaba de la construcción de una central nuclear en la Concha de Artedo. «Comprobé que tenía visos de realidad y aproveché el hecho de ser delegado local para sacarlo a la luz», precisa.

No en vano, el 27 de abril de 1974 Álvarez del Busto advertía a través de un artículo del posible proyecto nuclear que Hidroeléctrica del Cantábrico había previsto para la Concha de Artedo. En concreto, la compañía energética pretendía instalar una central de ciclo abierto -similar a la de Lemoniz- en la que el agua empleada en la refrigeración sería devuelta al mar a altas temperaturas, lo que provocaría el exterminio sistemático de las especies marinas de la zona y pondría en peligro el futuro de la flota pesquera pixueta, integrada en aquel momento por 1.000 pescadores.

La noticia cayó como una bomba y la respuesta no se hizo esperar. Todo el pueblo se unió y Juan Luis Álvarez del Busto inició una campaña de recogida de firmas en contra de la instalación de la nuclear. «Conseguí rúbricas que no se podían ni imaginar, como por ejemplo las de las viudas de Selgas o las de la familia Bravo, residente en La Torre de Villademar, lugar de veraneo del ministro Laureano López Rodó», precisa. Asimismo, la causa contó con el apoyo de varias figuras culturales, como es el caso del arquitecto Fernández Rañada o del fotógrafo Nebot. «Incluso me vino a ver Pedro Costa Morata desde Águilas. Nunca más lo volví a ver», señala Del Busto.

Coincidiendo con el estío, la prensa inició una campaña mediática sin precedentes. «El redactor de Televisión Española Carlos Rodríguez Suárez me entrevistó, lo que casi le costó su puesto», advierte Álvarez del Busto, el cual prosigue añadiendo que numerosas cabeceras de la región se hicieron eco del proyecto nuclear cudillerense. Por otra parte, también fue decisiva la posición adoptada por el entonces alcalde, Urbano Cuervo Arango. «Tanto el Ayuntamiento como el Consejo Local del Movimiento se opusieron taxativamente a la central», subraya Del Busto.

Durante la década de los setenta L'Amuravela vivía sus momentos más dulces y, cómo no, el 29 junio de 1974 Juan Luis Álvarez Bravo «Totó» fue el encargado de recitar unos versos en los que se hacía referencia a la polémica central: «La Concha Arteu, San Pedro / quiarin ahora istrozanos / que non l'hay mejor en España / sigún intindius ya sabius. / Ya por la nuestra experiencia / que sirví pa rifugíanos / cuando na mar con las folas / vemusnus algo apuraos. / ¡Nun lu pirmitas Patrón, / qu'en publicu protestamos; / que si llevin las nuclaris / pa sitius más apartaus! / Contigo ya Dios delante / el consiguillu asperamus».

En vistas de la oposición, se sopesó sin éxito la instalación de la central en Lamuño. El proyecto cayó en el olvido y en el concejo nunca más se volvió a temer a la implantación de la nuclear. «Sólo pretendimos que Cudillero no se viese perjudicado», concluye Del Busto.