Nadie duda que lo del PP asturiano ha trascendido los límites de la democracia interna, de la afinidad política, de la convivencia y del compañerismo para convertirse en un espectáculo de consecuencias incalculables. Cuando saltó la primera chispa, pensé ingenuamente que se trataba de un pequeño desacuerdo y que resolverían sus diferencias en la mesa de un despacho. Pero no pasó de un espejismo y se prefirió el cuerpo a cuerpo en uno de esos corrales de comedias, en los que representaban sus pasos y sainetes Lope de Rueda. Parece confirmarse que Álvarez-Cascos no es la niña de los ojos de Gabino de Lorenzo. Eso mismo lo hizo Cascos con Marqués al haberle cortado la cabeza con el rayo de Júpiter. Lo ha decapitado sin concederle la opción del reenganche. Ha sido una decapitación eficaz, pero innecesariamente ruidosa. No me cabe duda que las motivaciones del político son infinitas, como las arenas del mar.