Navia, A. M. SERRANO

Vanesa Carrubba Pico encontró en junio a dos perros en una caja de cartón atada con una cuerda, cerca de la tienda de su madre, donde trabaja. La imagen le impactó tanto que ese mismo mes empezó la cuenta atrás para fundar la primera protectora de animales de la comarca, que se encarga de recoger a los que están abandonados y de gestionar su adopción. Desde enero, cuando se mudó a vivir a una casa de campo con finca cerrada, le rondaba la idea de llenar aquel lugar de animales que han sido abandonados por sus dueños.

La joven, de 25 años, cumple ahora uno de sus sueños de infancia. Vive en Medal, en Coaña, rodeada de animales a los que cuida con esmero y lo hace sin afán de lucro. De paso, y casi sin saberlo, cubre una carencia del Occidente asturiano, que no tiene albergues municipales para animales abandonados, como exige la ley. Si se encuentra alguno vagando por las calles y se entrega a los ayuntamientos, lo más fácil es que lo sacrifiquen. Vanesa cansada de escuchar estas historias, pero también de ver perros, gatos y hasta conejos sin rumbo fijo por las calles naviegas, decidió hacer lo que estuviera en sus manos para ayudar a estos animales. El pasado verano recogió a 17 perros, 15 gatos, dos conejos, cuatro hamsters, tres hurones, una cabra y varias tortugas. Su casa de Medal es una «locura», como ella misma explica. Pero esta joven se las apaña para que los animales vivan en armonía. De momento, ha tramitado pocas adopciones, pero las suficientes para que su espíritu de ayuda se mantenga intacto. La última vez fue hasta Campo de Caso para que uno de sus perros protegidos tuviera al fin una familia. «Tres horas de ida desde Medal y otras tantas de vuelta. Pero merece la pena», dice. Ahora busca ayuda poder continuar adelante: veterinarios voluntarios que eviten que Vanesa tenga que hacer frente a todos los gastos que generan los animales que tiene en adopción.

La joven, que estudió auxiliar de veterinaria pero trabaja en una tienda de dietética, asegura que es «muy fácil» ayudar a los animales y que la sociedad debería castigar más el abandono y el maltrato. Ella lo hace con sus propios medios y nunca vuelva a abandonar a sus protegidos. Si la persona que adopta no cumple el contrato, que exige una serie de cuidados para el animal, la protectora se reserva el derecho a que su antes protegido pueda regresar a casa. «Un animal siempre es una responsabilidad», concluye la joven.