Luarca (Valdés),

T. CASCUDO

Dice José Antonio Alfonso que no olvidará la mirada de aquellos niños leoneses a los que veló toda la noche de aquel fatídico 27 de marzo de 1971. Alfonso, más conocido como «Conde», trabajaba en el colegio menor valdesano Mar Cantábrico que sirvió de improvisado albergue de los accidentados en al autobús. Ayer, cuarenta años después, se reencontró con aquellos niños de entonces y juntos rememoraron los detalles de aquel día en el que La Pola de Gordón y Luarca quedaron unidas para siempre.

El promotor de este reencuentro es Rafael Rodríguez, «Fali», que hace cinco años se empeñó en reunir al grupo de escolares con los que compartió aquel accidente. El suceso se produjo cuando volvían a su casa de La Pola de Gordón tras un viaje de estudios de varios días en Galicia. En el entorno de la playa valdesana de Cueva (Canero), y por razones desconocidas, el conductor perdió el control del autobús, que se despeñó por un acantilado y rodó unos cien metros. Afortunadamente, todos salieron ilesos.

«Se me ocurrió reunir al grupo para regresar a Luarca y dar las gracias al pueblo por todo lo que hizo por nosotros. Nos dieron calor, que era lo que necesitábamos», explicó ayer Fali en el acto institucional celebrado en el Ayuntamiento de Valdés y presidido por la concejala Rosa Cañizares y el alcalde de La Pola de Gordón, Paco Castañón. Al reencuentro asistieron medio centenar de personas entre los niños accidentados -muchos de ellos regresaron ayer a Valdés por primera vez tras el accidente- y los valdesanos que ayudaron a su rescate.

El accidente se convirtió en leyenda en el concejo. Los escolares fueron rebautizados como los «niños milagro» y la curva donde se registró el suceso cosechó el apellido «de la muerte». Los supervivientes tenían entre 13 y 15 años, por lo que sus recuerdos están un tanto difuminados tras cuatro décadas.

Quien recuerda con más claridad lo ocurrido es uno de los tres profesores que viajaban en el autobús, Agustín Quiñones. «Lo que recuerdo, más que el accidente en sí, es el comportamiento de los chavales. Si hubiera sido un accidente de personas adultas, hubiera sido de otra forma». También despeja dudas en el relato del suceso: «Creo que el accidente no fue tan espectacular como ellos lo recuerdan. Eran niños y es lógico, pero si hubiéramos dado tantas vueltas de campana como dicen no estaríamos aquí».

Clave en la recuperación de los chavales también fueron Aurora Nestal -una de las doctoras que les prestó atención médica- y Marisa Santiago, que aunque no era cocinera se puso al frente de las cocinas del colegio para dar una buena cena a los adolescentes. Los leoneses aún hoy recuerdan el sabor de sus tortillas.

Todo apunta a que el reencuentro de ayer será el inicio de una larga amistad. Al menos, los ayuntamientos de Valdés y La Pola de Gordón ya estudian nuevos actos con los que reforzar sus lazos de unión.