Beveraso (Allande),

Pepe RODRÍGUEZ

«Lucía fue muy valiente, pero es que vivimos en la montaña y esto es para valientes, no sabes con qué vas a tener que lidiar cada día». Manolo Queipo, vecino de Beveraso, en el concejo de Allande, todavía se hace cruces al recordar la aventura en la que se vieron involucradas dos de sus hijas el pasado jueves. Al regresar del colegio de la Pola, el taxi escolar en el que viajaban cayó monte abajo en el alto de La Marta. La pequeña Lucía, de 10 años, al darse cuenta de que su hermana Marta, de 16, estaba herida, recorrió seis kilómetros descalza hasta encontrar ayuda.

Superado el susto, más o menos, la preocupación principal de la familia Queipo es la salud de Marta. «Estamos bien dentro de lo que cabe, pero preocupados de que no pierda el oído la mediana, los médicos no quieren decir nada. Ha sido un susto muy gordo», afirma Manolo. Tras el percance, Marta se encontraba mareada y le dolía mucho un oído. Ahora se encuentra ingresada en el Hospital Carmen y Severo Ochoa de Cangas del Narcea, donde permanecerá al menos hasta el martes.

Los Queipo (el padre, Manolo; la madre, María Elvita; la madre de ésta y las tres hijas, Yolanda, de 17 años, Marta y Lucía) ocupan la única casa habitada de Beveraso y regentan una ganadería con 190 cabezas. «Cuando era pequeño había seis casas habitadas y mi padre me dijo que antes eran siete, pero hace tiempo que estamos solos», explica Manolo Queipo.

El día del accidente coincidió que estaba en la casa el hermano de Manolo, José Antonio, que vive en Gijón. Cuando el taxista encontró cobertura y llamó a la casa tuvo la precaución de decir que habían tenido una avería, no un accidente, y pidió que les fueran a recoger. José Antonio se ofreció a ir y dejó a los padres trabajando. Cuando, al poco de pasar Penouta, vio a Lucía en la carretera, con los pies en carne viva, se le heló la sangre. «Y menos mal que fue él, si llega a ir mi mujer igual estamos hablando de una desgracia mayor», reconoce el padre.

Manolo Queipo es consciente de los sacrificios que hace su familia para que las hijas acudan a sus centros escolares. «Estoy muy orgulloso de que quieran estudiar, Yolanda acaba de hacer la PAU, le ha salido bien y quiere estudiar Enfermería».

El taxista, Delfín García, de Cereceda, de 68 años, conoce bien a la familia Queipo; no en vano «hace 13 años que lleva a las nenas al colegio», señala el padre. Un recorrido, entre Beveraso y Pola de Allande, en el que se suelen invertir 50 minutos, según García, «si no hay niebla, que la hay un día sí y otro también».

El taxi en el que viajaban Delfín, Marta y Lucía se salió de la carretera y cayó monte abajo, parándose tras dar una vuelta de campana. Cuando subieron a la carretera, al ver a su hermana herida, Lucía echó a correr. «Estaba muy nerviosa y no sabía qué hacer, pensé que no iba a llegar muy lejos». Él, en compañía de Marta, caminó por la carretera un kilómetro hasta que encontró cobertura para llamar a la casa de la familia. «Esta plaza de taxista queda desierta todos los años y sólo la coge él, no es ningún chollo», confiesa Queipo.