Urbano López Álvarez, vecino de Cangas del Narcea, falleció en la mañana del pasado domingo al sufrir un accidente cuando paseaba con un caballo de su propiedad. Ambos se encontraban en la carretera que une Cangas con Besullo, cada uno por un lado de la calzada, y el hombre guiaba al animal con una cuerda que atravesaba la carretera a ras de suelo. Según las primeras evidencias de la investigación, el paso de un vehículo por encima de la cuerda puso nervioso al caballo, que realizó algún movimineto brusco. El ímpetu del equino provocó que Urbano López, que llevaba la cuerda amarrada a su cuerpo, se golpease en la cabeza. Falleció poco después sin que los miembros de los servicios sanitarios pudiesen hacer nada por su vida.

Urbano López Álvarez no era natural de Cangas del Narcea, sino de Belmonte de Miranda, pero se estableció hace quince años en la villa canguesa junto a su mujer y sus dos hijos para montar un taller de pieles y cueros en el que trabajó desde entonces. Su trabajo consistía en conseguir pieles de animales en los mataderos y trabajarlas hasta conseguir hacer cueros y materiales que, posteriormente, revendía a empresas del sector textil o del calzado. De hecho, el accidente que acabó con su vida se produjo en las cercanías del citado taller, en la conocida como carretera de Santana.

Hace unos ocho años decidió hacerse con el traspaso del bar cafetería La Magdalena, en la propia villa de Cangas del Narcea, en la céntrica plaza de La Oliva, junto a la basílica de Santa María Magdalena. Este bar fue adquirido para trabajo de la familia, tanto de su mujer como de su hija, ya que él no estaba allí de continuo.

Es sintomático que en el interior del bar hubiese una foto de un caballo blanco. Es obvio que el mundo de los equinos era una de las grandes pasiones de Urbano.

El funeral por el alma del fallecido tendrá lugar hoy mismo en la basílica de Cangas del Narcea, a las cuatro de la tarde y, posteriormente, su cuerpo sin vida será trasladado al cementerio de Belmonte de Miranda, donde será enterrado.

Ayer era un día en el que se vivía una profunda tristeza en los alrededores de la plaza de La Oliva, donde hay otros bares que compartían el día a día con Urbano. Uno de los clientes del bar señalaba: «Era una persona seria, muy prudente, de las que no generaba ningún problema. Un auténtico paisano».