Poeta, natural de Taramundi

El poeta José María Cotarelo, más conocido por su firma literaria «Chema Cotarelo Asturias», nació en la pequeña localidad taramundesa de Nío. El trabajo le obligó a emigrar y a vivir en diferentes puntos del país (desde hace 25 años está afincado en Granada), pero nunca se ha olvidado de su patria asturiana. «Uno, que es destino de tantas cosas, nunca puede olvidar el lugar donde ha nacido, la primera luz, el primer color, la inmensidad y la belleza del paisaje. Hay algo que te une, que te ata a ese lugar de un modo definitivo», apunta. Cotarelo está de doble enhorabuena pues acaba de sacar a la luz su último poemario («Poemas de Leonard Von Scotrodfinger») y recientemente le han nombrado Hijo Adoptivo de San Lorenzo (Puerto Rico), donde, además, le han concedido la llave de oro de la ciudad.

-Lleva años cultivando su pasión por la poesía ¿cuando empezó a escribir?

-Comencé relativamente tarde, con 15 o 16 años, cuando tuve conciencia de la brevedad de las cosas, de que todo es fugaz, sólo un instante.

-¿Qué le aporta?

-Casi todo lo que tengo se lo debo a la poesía, que me ha llevado a ampliar de un modo extraordinario el número de amigos que tengo, repartidos por todo el mundo. Es generosa en grado sumo. Se escribe para hacer sumas de posibilidades de amar. A los poetas les es dada una luz, una palabra. A partir de ahí, el abismo, el poema o la nada. Se trata de promover en los demás un contagio, una interiorización, una conexión interpersonal o espiritual.

- Gracias a ella tuvo la suerte de conocer a grandes maestros como Vicente Aleixandre y José Ángel Valente. ¿Qué aprendió?

-Sí, siempre se instruye uno de los demás. Aleixandre, a quien yo interrogué sobre esto mismo, me contestó: 'Yo aprendo cada día de los demás, pero aprendo más de los que vienen detrás de mí'. De él también me quedó el valor de la humildad y del humor. De Valente aprendí el valor del silencio y de la palabra. Es curioso cómo en todo poema son mayores los espacios de silencio que las palabras. Por eso el poema que nace en silencio ha de leerse del mismo modo en que fue concebido.

-Acaba de editar nuevo libro ¿Es difícil publicar hoy en día?

-Sí, es un poemario cuanto menos curioso que está basado en un hermano mío que falleció antes de nacer yo. Para publicar hay unos pocos mecanismos, pero lo difícil no es publicar, es más complicada la distribución, conseguir llegar a los demás.

-El sector de la cultura se queja de los recortes y de algunas cuestiones como la subida del IVA. ¿Qué opina?

-La cultura, salvo que haya razones orquestadas para que no interese, debiera estar en la franja de mayor accesibilidad, salvo que queramos hacer buena aquella consigna de 'Pienso, luego estorbo'. De todos modos, la función del artista en general es dar forma, crear. Y con ello poder ayudar de algún modo a los demás. Es detestable ser partícipe de esta sociedad incapaz de pensar de otra forma, de imaginar otras cosas, una sociedad que anula o aminora sustancialmente la cultura, el necesario humanismo.

-¿Debe el poeta estar comprometido con la sociedad en la que vive?

-Evidentemente el poeta debe comprometerse con lo que podríamos denominar principios éticos: con la justicia social, la defensa del hombre y de la naturaleza. Hacer del silencio un procedimiento espiritual de salvación de esos principios. Puede que la sentimentalidad ya no sea suficiente y me temo que la palabra tampoco. Ya Simónides opinaba que «la poesía es pintura que habla».

-¿A qué responde el reconocimiento recibido en Puerto Rico?

-Creo que sólo al cariño de sus gentes, un afecto de verdad, desde el corazón. A los de San Lorenzo les llaman samaritanos, y es verdad que lo son. A mí me conquistaron la primera vez que fui. Te dan tanto calor que es difícil no sentirse samaritano aunque uno no haya nacido allí. El nombramiento fue una sorpresa grata, compartida entre poetas de más de diecisiete países, desde Uruguay a Japón y también lo fue que el nombre de Taramundi resonara en el aire de San Lorenzo.

-Su vínculo con Hispanoamérica es antiguo ¿Cómo surgió?

-He tenido la suerte de viajar en varias ocasiones a Hispanoamérica, unas veces por recreo y otras por motivos literarios. En Puerto Rico he estado tres veces y espero volver algunas más. Me unen ya fuertes lazos de amistad con mis compueblanos de San Lorenzo, como Orlando de Jesús y el alcalde Joe Román. Mi primera visita fue en 2009, en el marco de la Feria Internacional del Libro, y ya en 2011 fui invitado al III Festival Internacional de Poesía, al que volví este año. He recibido invitación para acudir el año que viene al Festival Internacional de Poesía que se celebra en La Habana y al que espero poder asistir. Si recortas el mapa de Puerto Rico y lo superpones con el de Asturias, son muy parecidos, las gentes también; todo bondad, amor, alegría. Uno, allí, se siente como en casa.

-Uno nunca es profeta en su tierra o eso se deduce de que sea distinguido antes en Puerto Rico que en su tierra ¿qué opina?

-Yo comenté que uno no es poeta en su tierra, pero también que los poetas tienen pocas fronteras físicas. La vida es un continuo fluir sin posibilidad de retorno, ni siquiera de mirar atrás sin correr el riesgo de ser convertido en estatua de sal. El poema nos salva, permite esa visión. Es el modo en el que recordamos qué o quiénes fuimos y si algo somos ante esta mendicidad existencial, falta de experiencia o de razón aparente. Asturias me dio la vida, ¿hay acaso mayor regalo?

-¿Cómo se ve la tierra desde la otra punta del país?

-Sobre todo con cierta melancolía. Pienso a veces en todos aquellos que cruzaron el mar para nunca volver, aquellos que daban cuerda al reloj con la hora de España. La tierra se lleva en el corazón. En uno de mis primeros poemas, escribí: 'Me voy con la pena de la tierra en los hombros y me llevo pájaros que beben en la cumbre de mi pecho y más tierra en los bolsillos?'.

-¿Cuándo fue su último viaje a Taramundi?

-Siempre que tengo oportunidad me acerco a Taramundi. Hace poco fui a saludar a mis paisanos, a respirar un poco de ese aire de la infancia que es una bocanada de vida, de sueños, de nostalgia... viento que porta olor a pan recién hecho, a fragua, a ollas en la lumbre. Cada vez que regresa, uno tiene la sensación de ver a aquél que fue.