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Los últimos trashumantes de Salas

El matrimonio Riesgo y José Domingo Fernández mantienen la tradición vaqueira de trasladarse al puerto de Somiedo en primavera: "Es nuestra forma de vida"

José Domingo Fernández, en Buspol, en una de las tierras dedicadas a pasto.

José Domingo Fernández tenía tres meses cuando hizo por primera vez, en carro y mula, el camino que separa Buspol (Salas) del puerto de Somiedo. De aquella primitiva aventura no se acuerda, pero le sirvió para iniciarse en la trashumancia, porque durante toda su vida cruzó los mismos caminos en busca de los mejores pastos para el ganado de la casa familiar.

Hoy tiene 69 años y duda de que esta tradición de los vaqueiros de alzada de las brañas asturianas tenga continuidad. En Salas pocas familias mantienen este vínculo con Somiedo. En Buspol se concentra un número importante de trashumantes: cuatro de las cinco familias que habitan este núcleo salense cierran las puertas en mayo para no volver a abrirlas (salvo días excepcionales y para atender las tierras de cultivo) hasta octubre. "Ahora ya no es algo duro. Duro era antes cuando tenías que cruzar las montañas y el río con todo el ganado", confiesa el salense.

La ganadería de la casa familiar está dedicada a las vacas de carne. En Somiedo, la familia tiene su otra casa y sus otras fincas donde pasan la primavera y el verano. Son nómadas de una tradición y de una Asturias para la que creen que no habrá relevo.

Cuenta José Domingo que antes, cuando era un adolescente, tardaba dos días en llegar al destino. Dormía por el camino y siempre con un ojo abierto para saber dónde estaba y qué hacía el ganado. "Llevábamos las vacas, los cerdos y las gallinas. Todo". Con el paso de los años la costumbre de cerrar las puertas de una casa en Salas para abrir las de otra en Somiedo no cambió, pero sí lo hicieron los medios de transporte. Hoy las vacas llegan al puerto somedano en camión y la familia, en coche. "En Somiedo tenemos las tierras y la casa y no queremos que se queden sin atender", cuenta José Domingo. "Mantener dos casas no es fácil ni barato", advierte.

Las reses duermen en establo durante el invierno, en Salas. Una vez en Somiedo y en plenas primavera y verano, están todos los meses en el monte. Día y noche. "Es lo mejor para los animales", indica el ganadero de Buspol.

En el vecino pueblo de El Pevidal no olvidan su pasado trashumante. Allí el principal baluarte de esta tradición vaqueira es el matrimonio formado por Soledad Vega y Guillermo Riesgo. Tienen 87 y 86 años respectivamente y durante toda su vida, sin faltar un año, subieron al puerto de Somiedo. Ahora están jubilados, "pero da igual esta es nuestra forma de vida". Ya no tiene vacas, cerdos ni mulas. Sí comparten esta aventura de llegar a las vecinas tierras somedanas con las gallinas. "Si te vas, te llevas a los seres vivos que te acompañan. Es lo que hicimos toda la vida", cuenta Soledad Vega.

El matrimonio recuerda cruzar el río Narcea ayudados por un barquero y con todo el ganado a bordo. Había dos barcas y era muy difícil pasar sin que nadie cayera al agua. "Vi caer desde mulas a ovejas. No caíamos nosotros de milagro. Afortunadamente, todos llegamos un año tras otro a la otra orilla", recuerda la mujer. Las historia de la trashumancia es para ella casi lo mejor de su vida. Todavía tiene muy presentes las primaveras y los veranos en los que el Puerto de Somiedo "brillaba con tanta gente". "Ahora es otra cosa. Hay más turismo que ganado", opina su marido, Guillermo Riesgo.

El matrimonio fue además durante tres años el "vecindeiro" (el guardián del pueblo) por un salario de 3.000 pesetas. Aquellos años los pasaron enteros en Somiedo.

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