Hace dos décadas que la minería del carbón vive en continua crisis. A pesar de ello, ha sido y sigue siendo considerada como el motor de la economía de los concejos del Suroccidente, que no se imaginan un futuro sin la extracción del mineral por el número de puestos de trabajo que hasta hace unos años era capaz de crear pero, incluso más importante, por la economía paralela que desarrolla a su alrededor con la generación de puestos de trabajo indirectos.

En el último lustro, la minería del Suroccidente ha avanzado dando tumbos. En 2012 se produjeron las huelgas, manifestaciones y encierros en todas las zonas mineras para pedir un futuro para el sector. Entre tanto, los trabajadores tenían que hacer el esfuerzo de rebajar sus sueldos para mantener sus puestos de trabajo, tal y como recuerdan los empleados de Uminsa en Tineo.

Pero la situación volvió a empeorar con la desaparición del incentivo a la compra de carbón nacional, que hizo que las eléctricas incrementasen la adquisición de mineral importado frente al que se produce en las minas de las cuencas españolas. Esto ha llevado que en el caso de Uminsa los trabajadores hayan pasado por varios expedientes de regulación de empleo. "El año pasado firmamos un ERE de febrero a diciembre, pero solo fue efectivo durante casi un mes", explica Emilio de la Cera, presidente del comité de empresa en Pilotuerto, donde este año se inició firmando otro ERE.