"Este año no hizo frío con lo que la planta adelantó su floración y si eso lo unes al retraso de la fiesta ... Es una pena que el Corpus sea tan tarde este año, míralas que hermosas están ahora", lamenta la castropolense Justa Pérez mientras observa el momento de esplendor de las 800 plantas de rosal que cultiva y mima en su casa de Presno. Hace quince años empezó a colaborar con la asociación cultural El Pampillo, que ha convertido esta finca de Presno en su almacén particular de rosas, donde se abastece para embellecer las calles de Castropol cada festividad del Corpus Christi.

El año pasado la fiesta cayó el 29 de mayo, veinte días antes con respecto a este año. Hubiera sido la fecha ideal para esta edición, ya que Justa calcula que sus rosas durarán unos ocho días en perfecto estado de revista, especialmente las de la variedad común en color rojo, que casualmente son las que más utilizan por la tonalidad que conceden a los mantos florales. "La cosecha es estupenda, pero tenía que ser la fiesta este domingo", añade.

Con todo, los alfombristas confían en que algunas de las especies de rosa que crecen en este vergel de Presno puedan ser aprovechables. "Nos queda confiar en la hortensia y el pampillo y si no, pues el plan b es teñir viruta", añade la presidenta del colectivo, Maite Muiña, que ayer se desplazó a Presno junto a Suso Fernández para admirar la belleza de las plantas.

Suso es quien más ayuda a Justa en el mantenimiento y cuidado de los rosales, que requieren un trabajo constante durante todo el año. Precisa esta castropolense que es fundamental una buena poda entre noviembre y enero, también sulfatar las plantas para evitar el hongo del moteado y un buen abono. "Éramos más felices cuando sabíamos menos, porque cuanto más conocimiento tienes de las plantas, más te angustias", bromea mientras retira algunas flores marchitas.

La pasión de Pérez por las rosas nació en Nigrán, donde trabajó cuidando a una señora mayor que "me introdujo en este mundo". Cuando en el año 2000 se trasladó a su pueblo natal no dudó en plantar rosales y, a partir de 2002, empezó a colaborar con El Pampillo.

El colectivo se encarga de la decoración de la mayor parte de las calles que se engalanan, aunque hay tramos que dependen de vecinos ajenos a El Pampillo. Cuenta Muiña que los trabajos, en los que participan una treintena de personas, marchan a buen ritmo: "Ya están las plantillas listas, estamos cortando el ciprés y cuando acabemos empezaremos a recoger el pampillo". Tienen tiempo además de fomentar la cultura alfombrista entre los más pequeños y, por eso, los próximos 8 y 9 de junio volverán a hacer un taller en el colegio La Paloma de Castropol.

La parte positiva de que la fiesta caiga en una fecha más retrasada es la esperanza de que el tiempo acompañe, tras dos Corpus malos en lo meteorológico.