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De abejas y gatos

A favor de la libertad de expresión y de la convivencia desde el mutuo respeto

La vida en el campo es como una enciclopedia abierta. A poco que observes las plantas o los animales obtendrás una diplomatura para comprender a los humanos.

Al lado de mi casa hay una panera, hoy muy deteriorada, que hace años tenía, en uno de sus laterales, una serie de truébanos con enjambres nuevos; las abejas revoloteaban en una constante ida y venida para cargar sus patas con el polen de unas lilas que mi madre había plantado hacía unos años. Al lado había unos palos largos y delgados, mamones de castaños, que se usaban para que los fréjoles trepasen por ellos a partir de sus brotes. Lleno de curiosidad infantil, decidí hacer una investigación o una travesura: cogí una de las varas y hurgué con ella en la tobera de uno de los truébanos. Provocadas las abejas, se organizaron en forma de flecha y, llenas de ira, se lanzaron contra mí; corrí lo que pude y me refugié en un establecimiento próximo, cerré la puerta, pero no pude evitar que una de aquellas fieras aguerridas clavase su aguijón detrás de mi oreja, produciéndome inflamación y gran dolor. Aquella abeja se inmoló para vengar al enjambre que había sido ofendido.

En otra ocasión, entré en la sala de casa y vi, con gran rabia, cómo un gato pardo saltaba hacia la jaula del malvís, de la cual salían abundantes plumas. Me temí lo peor y así se confirmó. Mi malvís, aquel que había criado con todo cariño tras robar, con unos amigos, agatañando por el árbol, un nido con huevos grises azulados y algunas manchas negras -acción ésta que hoy sería penalizada-, aquel malvís que vi crecer con todo mimo alimentado de lombrices, caracoles, lechuga y cerezas, había dejado de emitir su maravilloso canto, bajo las garras del odio y la incomprensión de un felino callejero. Queriendo vengarme, cerré las puertas y con un palo perseguí al malvado gato. Éste corría a la vez que maullaba hasta que, dándose cuenta de que estaba acorralado, decidió hacerme frente. No aconsejo a nadie que se enfrente a un animal acorralado.

Hablarles a los animales, sobre todo si son racionales y fanáticos, de libertad de expresión me parece de una simpleza asombrosa. ¿Qué les puede importar a los de la bomba de Hipercor, el tiro en la nuca, las mochilas de Atocha, los del atentado de Londres, las torres gemelas o los cientos y cientos de niños que están en las guerrillas africanas que se inmolan en Irak o Siria? Ésta es su libertad de expresión, el atentado, y para ello usan las bombas, minas antipersona y, en general, todo tipo de armas con las que negocian los gobiernos "civilizados", que de pronto se sienten aterrorizados porque ven un enemigo emergente e invisible frente al que se sienten indefensos.

El Occidente decadente se ha convertido en un bloque, vendido, en gran parte, a los petrodólares. Se pueden usar las doctrinas religiosas o las ideas políticas pero el fanatismo, sea religioso, político o deportivo, es producto de la irracionalidad y la intransigencia. Por ello no debemos poner en riesgo nuestra libertad faltando al respeto a terceros, haciendo burla de sus creencias o ideologías. La provocación no es la solución; con frecuencia, es el detonante de la tragedia. El que en nuestro mundo occidental pasemos de la "burla" sin darle aprecio no quiere decir que otras culturas reaccionen igual.

Sorpresiva fue la asistencia a la gigantesca manifestación parisina, encabezada por cincuenta jefes de Estado. Aquí se nota lo de la eterna frase oída desde niño: ¡África empieza en los Pirineos!, porque seguimos siendo ciudadanos de tercera. París bien vale una misa. Por eso, todos unidos, que no revueltos, cantaron la Marsellesa, himno francés con una letra que habla de una revolución que transformó la sociedad hasta nuestros días: "...¡A las armas, ciudadanos! / ¡Formad vuestros batallones! / Marchemos, marchemos, / que una sangre impura / empape nuestros surcos".

No todos los musulmanes son yihadistas al igual que no todos los cristianos, agnósticos o ateos son pacifistas, pero yo veo que en muchas familias de mi comarca los abuelos o enfermos están siendo asistidos por musulmanes, y en la mayoría de los casos porque los hijos y nietos no los pueden atender.

No me gusta el "burka", pero no me imagino a unas musulmanas, en pelota viva, usando su cuerpo como pancarta para pedir la libertad de aborto, en la Meca, como ha sucedido en el Vaticano. La revista "Charlie Hebdo" ha tenido un éxito inusitado; espero que los millones que está ganando sirvan para paliar las necesidades de las víctimas y para educar en la libertad de expresión.

No provoquemos a las abejas, ni acorralemos a los gatos. La lucha por la libertad y la convivencia debe realizarse con mutuo respeto.

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