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Joaquín Rábago

Fragmentación ideológica

La aparición de formaciones políticas para defender causas muy concretas

Proliferan en estas elecciones autonómicas y municipales, junto a los desgastados partidos tradicionales y a los emergentes, innumerables formaciones pequeñas que parecen haber sido creadas a veces para defender causas muy concretas.

Llevan con frecuencia nombres que reflejan cierto mimetismo hacia los nuevos partidos del tipo "Ciudadanos" o Podemos": "Queremos", "Por (esta o aquella ciudad) sí se puede", "Acción ciudadana", "Alternativa independiente", y así muchos otros.

Algunos han surgido como respuesta a algún problema muy local; por ejemplo, por el proyecto de un aparcamiento subterráneo que obligaría a los vecinos de un barrio a pagar por algo que hasta ahora les salía gratis ya que dejaban sus coches en la calle.

Otros reclaman la remunicipalización de algún servicio público como el agua para abaratar costes, que se dispararon desde su privatización, y ponen el ejemplo de ciudades donde ya se ha hecho con éxito, entre ellas, París.

Hay también los que, ya a escala nacional, defienden diversas causas como pueden ser los derechos de los animales, la lucha contra el canon digital o la legalización de la marihuana.

Tal fragmentación ideológica no es algo que ocurra sólo entre nosotros. Así, por ejemplo, en Alemania surgió hace unos años un llamado "Partido de los Automovilistas" que abogaba por la rápida extensión de la red de autopistas y la construcción de nuevos aparcamientos, pero que tuvo breve vida.

Más éxito tuvo también en Alemania el partido de Los Piratas, que encontró rápidamente imitadores en otros países y del que no se sabe muy bien cuál es su ideología, salvo la cultura del "todo gratis" en la red.

Están, por otro lado, los partidos nacionalistas y xenófobos como el Frente Nacional de Marine Le Pen, en Francia, el de los Verdaderos Finlandeses o la Alternativa para Alemania, que buscan fáciles expiatorios para desviar la atención de problemas reales de las que los inmigrantes no tienen, sin embargo, ninguna culpa.

Así tenemos en Italia las Cinco Estrellas, creación del cómico Beppe Grillo, cuyo único mensaje parecía consistir en "mandar a casa" a todos los políticos.

Los viejos partidos, ésos a los que estábamos acostumbrados, respondían a una determinada visión del mundo, a una ideología volcada bien en la defensa de ciertos privilegios, bien en el deseo de transformación de las relaciones de propiedad o en un reparto más igualitario de la riqueza.

Los defensores de la propiedad privada y de la libre empresa se oponían a quienes abogaban por la propiedad pública, por la socialización de los medios de producción o la defensa del bien común.

Pero con la caída del muro del Berlín y el triunfo de la ideología neoliberal muchos se apresuraron, como el estadounidense Francis Fukuyama, a anunciar el fin de la Historia.

Habría, sin embargo, que recordar a ese respecto el irónico comentario de Mark Twain sobre las noticias prematuras de su defunción: "Los rumores sobre mi muerte han sido un poco exagerados".

La prueba la tenemos no sólo en la continua reedición de obras de Karl Marx o en torno al marxismo, sino en la gran cantidad de títulos que se ocupan del bien común como puede comprobarse fácilmente en la visita a cualquier librería.

Es como si, con independencia de todos esos fenómenos señalados a escala local, muchos hubiesen comprendido que la fragmentación ideológica y la defensa de intereses particulares jamás lograrán resolver los problemas de fondo.

Problemas como la primacía absoluta de la economía sobre la política, la erosión continua de la democracia y la pérdida de la soberanía nacional frente a las cada vez más poderosas multinacionales.

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