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La mar de Oviedo

Requexón

Hace años salí de la grada para tirarme al monte, de ahí mi apellido, Monte del Ser, donde únicamente me juego la vida; aunque, desde que tengo uso de emoción, sigo informado del Real Oviedo. El domingo, cosa curiosa, fui al Requexón, desde su cumbre vi Cádiz, y, de regreso, caminando de la Mazada a Vega Redonda, sintonicé la radio con el Ramón de Carranza. Era una emisora complaciente, una de las nuestras, que endulzan la batalla como Roberto Benigni la guerra a su hijo Giosuè, en "La vida es bella". En el minuto 51, cuando el traductor de la contienda aseguraba que Susaeta lanzaba un córner, yo desconfiaba y temía que nos la metiera el Cádiz; pero no, cabeceó David. ¡Gol, gol, gol, gol...! Mil goles con sus ecos sonaron en los Picos de Europa, aunque sólo habíamos marcado uno. Lo demasiado fue más exacto que lo preciso, pura literatura, y la realidad se hizo sueño.

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