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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Nuevos hilos en el tapiz

A propósito de los enterramientos hallados en Argandenes (Piloña)

El desvelamiento de la antigüedad de unos veinte cuerpos en Argandenes (Piloña) viene a añadir nuevos hilos en el apenas trazado tapiz de nuestra historia. En efecto, según acaba de revelar el arqueólogo Rogelio Estrada, el carbono 14 sitúa esos huesos entre el 490 y el 650.

El tapiz de nuestra historia es apenas un esbozo. Tenemos un magnífico dibujo de la prehistoria, con cuevas como Candamo, Tito Bustillo o Llonín o yacimientos mucho más antiguos (Bañugues). Pero tras la romanización, de la que conocemos pocos restos concretos (villas de Xixón, Chao San Martín, Memorama, La Carisa?), la historia parecía desaparecer, como si el Sumiciu hubiese dado cuenta de varios siglos hasta Covadonga y Pelayo.

Y, sin embargo, no fue así en ningún modo. Ni Covadonga ni el arte asturiano se explican sin una continuidad temporal, económica y cultural sin rupturas. En los últimos tiempos, por fortuna, van desvelándose algunos de esos hitos: las muestras de romanización en Uviéu, el castillo de Gauzón, estos cuerpos enterrados juntos en Argandenes.

El ideal de reconstrucción de la historia habría de acercarse al de aquel personaje de El Tragaluz bueriano, que ansía reconstruir la peripecia y emociones de cada humano. Bástenos a nosotros aspirar a conocer nuestra historia sin períodos vacíos.

Por cierto, Piloña puede presumir de muestras de esa continuidad: los hombres "modernos" más antiguos de España, en Borines; Argandenes, topónimo seguramente proveniente de los "astures argaenticeni", y ahora, ahí mismo, un edículo altomedieval.

Y, por cierto, la fabulación del escudo piloñés del "Adelante, mi escudero, que mi caballo pie halla" dicha por Pelayo al cruzar el río podría ahora tener una especie de victoria poética: en Argandenes podría haber hallado, en esa comunidad medieval, el futuro rey un concreto apoyo económico y guerrero.

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