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Geólogo

La inagotable energía solar

Una apuesta para solucionar de una vez por todas las necesidades energéticas de la humanidad

Ahora que los combustibles fósiles se agotan, parece un momento oportuno para plantearse sustituirlos por otro tipo de medios renovables y lo menos contaminantes posible. Llega la ocasión de levantar la vista y mirar de reojo a Febo para aprovechar de manera rentable la radiación electromagnética que emite con magnificencia. Es sabido que su luz, además de fuente de vida, derrama sobre nuestro planeta mucha más energía de la que necesitamos. Se calcula que el total de julios que se consumen en el mundo durante un año podría extraerse de la que recibimos del astro rey durante 20 días, y eso asumiendo una relativa baja eficiencia de conversión. Ello sugiere que previsiblemente no debería pasar mucho tiempo antes de que el Sol se convierta en el principal suministrador energético.

En la potencia de la energía ondulatoria influyen varias causas: instante del día, condiciones atmosféricas (que la amortiguan) y la latitud. Los mapas de irradiancia señalan el mayor promedio mundial dentro de una franja que grosso modo se inscribe en la zona comprendida entre los trópicos de Cáncer y Capricornio, lo que significa que los países con potencial más alto son los del Tercer Mundo. Paradójicamente, serán las naciones pobres las que contribuirán a solucionar la demanda global.

Si lo dicho parece evidente ¿qué sucede para que no eclosionen los avances actuales sobre esta materia, que cuentan con los avales de garantía de suministro, sostenibilidad ambiental y un precio asequible? Primordialmente, se precisa un desarrollo tecnológico para utilizar de modo eficiente el caudal solar, al que acompaña otro tipo de factores.

Empezando por la segunda parte, indicar, a modo de ejemplo elocuente y significativo, que determinadas compañías involucradas en el sector han llegado a comprar patentes solares innovadoras para evitar la ruina de su negocio. Tampoco son infrecuentes las campañas de desprestigio amparadas por las mismas empresas ante el temor de que el cliente pueda autoabastecerse y se rompa así el oligopolio que ostentan. En relación con la metodología de captación, cabe diferenciar dos ámbitos: el fotovoltaico (generador de electricidad) y el térmico (productor de calor).

La industria fotovoltaica engendra corriente continua por medio de semiconductores cuando éstos son irradiados con un haz de partículas lumínicas (fotones); mientras la luz incide sobre una "célula solar" se crea potencia eléctrica, que desaparece cuando aquélla se extingue. Las de más amplio manejo son las de silicio cristalino, seguidas de las basadas en "células de película fina", las cuales usan especialmente compuestos de cadmio, y las "células multiunión" -hasta ahora, ensayadas en el espacio- que, aprovechando diversos materiales construidos en un solo monocristal continuo, logran la máxima eficiencia.

Las celdas fotovoltaicas más difundidas en la actualidad están constituidas a base de cadmio (teluros, cloruros o sulfuros) que cuando reciben el chorro luminoso generan una corriente eléctrica; ésta puede acumularse en una batería, ser usada de forma directa o transformada en alterna, pudiendo ser conducida entonces a distancia mediante cables de cobre. Un inconveniente grave es que el metal cadmio, además de escaso, es muy tóxico; sin embargo, una reciente investigación en la Universidad de Liverpool resuelve en parte el problema al sustituirlo por cloruro de magnesio -éste muy abundante e inocuo-, lo que conlleva una sustancial rebaja económica, incluso por debajo del precio de las no renovables (petróleo y carbón).

Hasta hace poco, la expansión de esta tecnología se vio frenada por tres acciones claves:

1. Alto coste de los materiales (como se acaba de indicar, abaratan continuamente).

2. Dificultad de almacenamiento para la producción nocturna (se va superando a base de sales fundidas).

3. Gran irradiación solar y continua (solucionable con la ubicación de plantas en zonas geográficas adecuadas y el posterior transporte de la electricidad obtenida).

Aunque todavía resulta cara, la energía fotónica constituye una buena solución en aplicaciones puntuales. Entre sus ventajas destaca su aspecto modular, pudiéndose construir desde enormes plantas en el suelo, hasta pequeños paneles para techumbres. Una opción recomendable es el empleo de las cubiertas y fachadas para la instalación de celdas en bloques de viviendas y casas unifamiliares, pudiendo venderse lo sobrante. En algunos países (Alemania o Japón) se apuesta por módulos en los tejados de los edificios, mientras que en otros (caso de España, que se encuentra a la vanguardia) prevalecen las grandes centrales. El mix energético español (carbón, hidráulica, nuclear, eólica, solar) es el más equilibrado entre las naciones europeas, pero cabe albergar la esperanza de que éste se desestabilice y haga hueco definitivo al consumo fotovoltaico.

Es de vital trascendencia proseguir perfeccionando las técnicas de captación, acumulación y distribución de la energía solar, hasta convertirla definitivamente en competitiva. Sería poco juicioso desaprovechar este portentoso patrimonio, limpio e inacabable, que se nos brinda de forma generosa, cuya aplicación nos liberaría de la dependencia de los hidrocarburos o de otras alternativas perecederas. En este sentido, sorprende gratamente la irrupción en el pasado abril de baterías de litio domésticas, denominadas "Powerwall", capaces de recargarse con un generador -entre ellos paneles fotovoltaicos o la propia red- y almacenar la energía, lo que permitiría al usuario depender menos de las compañías eléctricas.

Prestemos atención a la tesis divulgada por la Agencia Internacional de la Energía: "El desarrollo de tecnologías solares limpias, baratas e inagotables supondrá un enorme beneficio a largo plazo. Aumentará la seguridad energética de los países mediante el uso de una fuente de energía local, inagotable y, aún más importante, independientemente de importaciones, aumentará la sostenibilidad, reducirá la contaminación y disminuirá los costes de la mitigación del cambio climático". No parece de recibo, como ocurre ahora mismo en España, penalizar el autoconsumo, lo que haría poco rentables iniciativas como las apuntadas.

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