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Los premios de Asturias

Razones para evitar que la controversia sobre la Fundación Princesa de Asturias continúe

La entrega de los premios Princesa de Asturias ha estado este año precedida y acompañada por la fastidiosa sombra de una protesta inoportuna que, en cuanto a la forma, es parte del repertorio habitual en la vida política y, en el fondo, es propia de otra época. La protesta contra los premios es poco respetuosa con los hechos y carece de fundamento, pero llevada de la mano por los grupos municipales de Podemos e IU ha puesto un pie en la sede oficial del Ayuntamiento de Oviedo y así ha conseguido un eco que no había tenido en ocasiones anteriores. La controversia ha provocado una discrepancia seria en el gobierno local, a través de los medios ha acaparado la atención general de los ciudadanos y de ella ha surgido una plataforma de apoyo a los premios.

Como es norma, los asturianos han participado con gran entusiasmo en los encuentros con los galardonados hasta completar el aforo. En amplios sectores de la sociedad asturiana la Fundación es la institución mejor valorada. Haciendo un rápido recuento de la semana de los premios, sólo cabe concluir que el seguimiento de la protesta ha sido muy minoritario. La identificación de la Fundación y los premios con nuestra región es tal que resulta difícil imaginar a Asturias sin ellos.

La Fundación ofrece a los asturianos la experiencia única de entrar en contacto directo con la alta cultura y proyecta a Asturias al mundo entero. El Rey recibe a representantes de la sociedad asturiana, durante su estancia profundiza en su conocimiento de Asturias y aquí pronuncia un discurso importante, reproducido al instante en todos los medios. La Fundación y los premios, dicho todo de una vez, llevan el nombre de Asturias. Es imposible cuantificar su aportación, pero tampoco hacen falta números para caer en la cuenta de que su mera presencia nos enriquece y debiera ser motivo de satisfacción.

Y la relación entre Asturias, la Fundación y la Corona no termina en las vivencias en común de la semana de los premios. Asturias ha mantenido con la institución monárquica un vínculo especial, más estrecho que el de cualquier otra comunidad autónoma, de más de mil años. El espíritu universalista que inspira a los premios dejó huella en una tradición que une a Jovellanos con los componentes más destacados del Grupo de Oviedo y sus epígonos, y que los asturianos utilizamos más para decorar nuestra historia que como fuente de inspiración de nuestra vida colectiva, en cuyo caso otro gallo nos cantaría. Por último, es preciso recordar que la Fundación fue creada a partir de una idea de Graciano García, recién concluida la transición, en pleno proceso de consolidación de la democracia y que, por tanto, simboliza la cultura democrática que sostiene y da carácter a nuestro sistema político, una monarquía parlamentaria que fue establecida, no se olvide, por acuerdo de los españoles mediante un referéndum.

Un repaso, por breve que sea, a lo que significa la Fundación para Asturias deja poco espacio para cualquier controversia. Con las palabras de agradecimiento a los asturianos pronunciadas por Felipe VI en el Campoamor nada más comenzar su discurso podríamos dar por zanjada la polémica. Pero no, una vez finalizada la semana de los actos, es el momento de debatir y aclarar las cosas entre nosotros, porque la embestida contra los premios ha dividido en particular a los ovetenses y ha causado un daño a Asturias. Gracias a la Fundación, un ejemplo de colaboración entre poderes públicos y organizaciones privadas de todo tipo que merece propagarse por toda la región, los premiados nos han concedido el privilegio de traernos en persona sus reflexiones sobre la actitud que conviene adoptar ante la problemática realidad, que tantos beneficios han dado a las sociedades más avanzadas y que tan útiles deberían ser para superar las dificultades a las que nos estamos enfrentando los asturianos con un éxito relativo. ¿En qué pensaban si no quienes protestaron, si es que pusieron atención en ello, cuando hablaban Esther Duflo, Emilio Lledó o Ford Coppola?

Los asturianos disfrutamos de una libertad absoluta para protestar, como queda demostrado. Esa libertad es sagrada, como libertad de expresión que es. Y sobran los motivos para manifestar disconformidad y desacuerdo. Pero hay la libertad más grande que en este caso consiste en cuestionar a qué nos conduce protestar contra algo que nos hace bien y que, además, supone una interferencia en la libertad de los demás, perturba la convivencia y nos aleja a unos de otros. Luego, que cada uno decida libremente.

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