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Daniel Capó

Però què és això?

Resulta curioso comprobar cómo determinados arquetipos se repiten a lo largo de la historia. Con variaciones, sin duda. Uno de ellos nos habla del problema español, recurrente, cíclico; enquistado en su relación entre las elites y el pueblo, entre la capital y las periferias. Se trata de un modo de debate autorreferencial, narcisista, maniqueo y, en última instancia, de escaso recorrido modernizador, a pesar del indudable éxito que supuso la Constitución del 78, ahora tan injustamente denostada. El otro arquetipo que se repite una y otra vez es el final suicida de las distintas aceleraciones catalanas. Suicida para todos, pero en especial para los intereses de Cataluña. Con la resolución de desobediencia, pactada entre la lista Junts pel Sí y la CUP, el proceso entra en un peligroso "no man's land", de difíciles consecuencias. Gracias a algunas filtraciones y a la noticia que firmó en "La Vanguardia" la directora adjunta, María Dolores García, sabemos que la última reunión del gobierno catalán fue especialmente tensa. Seis de los doce consellers mostraron su rechazo frontal a la propuesta de desconexión planteada al Parlament. La reacción airada del Conseller de Economía, Andreu Mas-Colell, al leer el documento merece entrar por derecho propio en la intrahistoria de estos años: "Però què és això?", preguntó. En la Europa de los Tratados la desobediencia programática no tiene cabida.

Los acontecimientos de estos días abren la puerta a múltiples lecturas. La más evidente es que Artur Mas, mal asesorado, inició el proceso para salvarse a sí mismo y ha fracasado de forma estrepitosa. Por el camino se ha desmantelado la cultura pactista del catalanismo clásico, se ha roto la coalición con los democristianos y seguramente terminará con parte del núcleo duro de Convergència en la cárcel por la financiación irregular del partido. De sesenta y dos diputados en el Parlament han pasado a treinta en menos de un lustro, mientras se alimentaba a los extremos del arco político. La pregunta por el enorme corredor central que ha dejado libre Mas en su deriva resulta pertinente. ¿Quién lo ocupará? ¿Una CDC refundada por sus elementos más moderados? ¿Unió? Consciente de este déficit en la representación del electorado, el sábado en un acto en Barcelona, Ciudadanos ya empezó a apelar al voto del nacionalismo centrista. Pero quizás la hipótesis más plausible pase por Iceta y el PSC: no en vano el socialismo maragalliano constituye uno de los rostros posibles del catalanismo contemporáneo, como ha argumentado con acierto Jordi Amat en "El llarg procés".

A nivel nacional las derivaciones son distintas. Por una parte, la propuesta de desconexión reaviva la campaña de los populares y afecta negativamente al PSOE. A poco más de un mes para las generales, Mariano Rajoy puede escenificar el sentido de Estado frente a la desobediencia institucional, mientras que Pedro Sánchez ve cómo se debilita su apuesta de explorar una reforma federal de la Constitución. Albert Rivera también sale reforzado y la penetración urbana de Ciudadanos no para de crecer. Sin embargo, a pesar de que algunas encuestas ya anuncian un sorpasso de C's respecto al PSOE, cuesta creer que vaya a suceder tan a corto plazo. Sobre todo en las zonas rurales la fidelidad de voto es considerable. De lo que no cabe duda es que el 20-D los niveles de participación serán, eso sí, muy altos.

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