Han metido vuesas mercedes la pata hasta el corvejón al aprobar, a la trágala, el cambio de nombre de La Merced, calle comercial y céntrica, donde habita gente muy guerrera y plena de retranca. Se ha echado en falta una urna a pie de calle y un referéndum de ésos que tanto agradan a los promotores de la propuesta para consultar a los afectados si se mantiene la denominación tradicional o se eleva a los altares del nomenclátor al fallecido alcalde Palacio, que como tanto gijonés ilustre merece, faltaría más, presencia en el callejero. La pregunta es ¿por qué La Merced? ¿Por su origen mercedario y conventual? ¿Por qué no Carlos Marx? ¿Por qué no Salvador Allende? Cuando se mueve el callejero hay que hacerlo con mucho cuidado, no se nos venga una placa a la cabeza. Mucho émulo hay por estos lares de la Carmena de Madrid, que quiere cargarse toda la nomenclatura franquista. Y me parece bien, si también se carga la del otro bando. Y aquí paz y después gloria.
