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La emoción y la doctrina

Con tanto griterío electoral, déjenme hablar de Cataluña a destiempo. El destiempo es importante: entretiene. El destiempo es una de las claves de la fuerza de los Rolling Stones porque su guitarrista, que cumple años este viernes, toca a destiempo. Eso le distingue de la mayoría. La obsesión por llevarlo todo muy medido suele ser señal de poca imaginación. Bueno, lo de Cataluña. Hay un vector predominante en política, y tiene que ver con el dinero. Los que tienen más y los que tienen menos se las arreglan, a través de sus representantes, para entenderse. El presidente de Cataluña jugó con las emociones, que son un elemento distinto al de la lucha social. En una sociedad mesurada y amante del debate sosegado, esa emoción irrumpió con fuerza, fue un chute de apariencia unificadora frente a España, ese curioso país que legisla su autoconocimiento a golpe de convulsión. (Y en el que no todo el mundo dice gracias cuando compras algo: otra peculiaridad que ni siquiera afecta a toda la península). Artur Mas se permitió ese colocón y tiró de él, alargó ese desafío escenográfico no exento de algún tinte berlanguiano, llamó la atención de los medios, llenó avenidas con banderas patrióticas. Ahora, poco a poco, entre los pliegues de esa emoción, se ha ido abriendo paso la lucha de clases, la divergencia entre derecha e izquierda, el mosqueo estético ante quienes se revelan muy distintos. En suma, que dentro de ese proyecto de unidad se ha hecho visible lo que separa. Y a Artur Mas le cambia el gesto y quizás el humor.

La política usurpa el estrellato del rock. Esto se lo he dicho hace poco por whatsapp a una interlocutora muy inteligente; lo repito aquí. La política -y en campaña más- trae la respuesta de la masa, el destello del protagonismo, una avalancha de atención. Después de las emociones de estos días será el momento para la sustancia de la doctrina. Se agradecería una cosa: que alguien dijera qué pactaría con según quién. Si votas a alguien con el ceño fruncido, te apetece saber en qué va a ceder con quien pudiera pedírselo. Es importante. Ya es bastante lío pasar por la rotonda de la Guía y ver que te piden el voto distintos partidos en fotos muy próximas: para los indecisos tiene que ser machacante. (La foto de Rajoy, para gente sutil, podría parecer un anuncio de relojes). Los indecisos querrán saber cuánto hay de negociable en la oferta de cada partido. Parece que nadie tuviera en cuenta que habrá mucha gente que vote males menores, y no por entusiasmo. En fin. Lo del Sporting en Sevilla: un bajón.

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