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Francisco Bastida

Catedrático de Derecho Constitucional

Francisco J. Bastida

¿Nada será como antes?

El tiempo de nuevos actores políticos y desafíos sociales

El 20-D quedará como una fecha histórica para España, porque sintetiza la idea de un cambio profundo que se viene gestando en los cuatro últimos años. La crisis económica ha sido brutal, no sólo por sus desoladores consecuencias estrictamente económicas, sino también por la crisis social desencadenada, con un acelerado efecto dominó en las relaciones familiares, laborales y asistenciales. Puede que sea difícil concretar quiénes ponen en marcha la caída de las fichas, pero es fácil saber quiénes se desploman y quienes sobreviven, incluso mejorando su situación anterior. La ruina social y la indigencia provocada tiene mucho que ver con la ruina moral de los provocadores y aquí la crisis ha dejado al descubierto la tenebrosa relación del poder político con el poder económico, que es el que realmente decide lo que hay que decidir. Esto en sí mismo corrompe la autonomía del sistema político y la democracia, pero para que esa connivencia funcione se crearon múltiples formas de corrupción que ahora afloran a la superficie. La corrupción es sistémica, porque del rey abajo, todos con poder la han catado o la han visto muy de cerca. La impunidad ha permitido que hasta el más tonto de los políticos monte una sociedad y alquile un chiringuito a ver si pilla algo.

La sociedad no es muy distinta de la clase política. En los años de bonanza parecía cumplir con el dicho de que donde hay caciques hay prosperidad y ha votado mayoritariamente a partidos y políticos que se han beneficiado de la corrupción. Con la crisis las cañas se han vuelto lanzas y la complacencia se ha tornado en indignación, que ha abierto el espacio político a partidos y plataformas políticas emergentes.

Se repite una y otra vez que, pase lo que pase, ya nada será como antes. Ciertamente, se acabarán las mayorías absolutas, el bipartidismo, la concepción de una España uniforme y quizá también las formas más obscenas de corrupción. Habrá nuevos actores políticos y, si se forma un gobierno de izquierda, cosa poco probable, una sensibilidad política más decantada hacia lo público y hacia los más perjudicados por la crisis. Sin embargo, surge la duda sobre el verdadero alcance del cambio.

En estos años hemos visto cómo los medios de comunicación y sobre todo la televisión privada han favorecido el surgimiento de dos partidos emergentes de signo contrapuesto. Cómo al mismo tiempo y durante la campaña electoral se ha ninguneado en la pequeña pantalla a partidos que tienen representación parlamentaria, llegando al colmo de un debate a cuatro en el que se marginó por completo a IU, que en las últimas elecciones al Congreso era la tercera fuerza política de España. La pregunta es a qué obedece esta intromisión tan descarada de los medios de comunicación en la configuración del sistema de partidos. Detrás de los medios están empresas del Ibex 35 y su interés no está en la regeneración democrática del país, sino en que el negocio no decaiga, o sea, en fabricar piezas de recambio ante la fatiga mostrada por los que hasta ahora han sido leales colaboradores y por ello fielmente recompensados. En el caso de Ciudadanos es claro; en el caso de Podemos, cabe pensar que se potencia su aparición para debilitar a un PSOE que, aunque en horas bajas, podría beneficiarse de la abrupta bajada de un PP sin posibilidad de renovar la mayoría absoluta. Quizá se les ha ido las manos y no contaban con la fuerza de las bases del partido de Iglesias.

Si las encuestas son fiables, los cuatro partidos estarán bastante igualados en número de votos, pero en número de escaños la cosa cambia y de manera sustancial. El sistema electoral, con la provincia como circunscripción favorecerá a los dos partidos que lleguen en cabeza y perjudicará al tercer y cuarto. Puede incluso que el segundo partido en número de votos no sea el segundo partido en número de escaños y lo mismo entre el tercero y el cuarto. Todo da a entender que el primero será el PP, pero está por ver quién se alza en número de escaños con la segunda posición. Esto será clave en el complejo proceso de nombramiento de nuevo Presidente. Sin embargo, sea cual sea el resultado electoral, no va a haber cambios constitucionales relevantes, porque el Congreso estará polarizado. El PP, aunque pase a la oposición, cosa improbable, seguirá teniendo la llave de la reforma constitucional y en ello contará como aliado a Ciudadanos; sólo aceptarán retoques simbólicos. Con la reforma electoral sucederá lo mismo, a la vista de las propuestas de PP y PSOE.

En suma, el cambio histórico es que mucha juventud se va a movilizar para votar, lo cual es una buena noticia para la democracia. También que el arco parlamentario se va a nutrir de nuevos grupos políticos y que el Congreso de los Diputados va a tener un protagonismo mayor frente al Gobierno. Pero los partidos emergentes se anularán el uno al otro y hay más cercanía entre los partidos de Rajoy y Rivera que entre los de Sánchez e Iglesias. Nada será como antes, pero en lo básico todo seguirá como hasta ahora, mandando el Ibex 35.

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