Los compromisos se cumplen. Ésa es la primera regla que debería regir para los representantes de la nueva política. Una máxima obligada, lo que tendría que diferenciar a los partidos emergentes de los tradicionales, de la vieja política. Pero si a las primeras de cambio los que se estrenan quebrantan sus promesas, es que algo falla, es que no son tan distintos como creen o más bien quieren hacer creer a los ciudadanos que son.
Los diputados de Podemos en la Junta General del Principado anunciaron antes del comienzo de la campaña electoral del 20-D, todavía en el mes de noviembre, que antes de la celebración de los comicios, el domingo pasado, darían a conocer su postura sobre el proyecto de Presupuestos de la comunidad autónoma para 2016 presentado por el Gobierno socialista. Anunciaron -no una vez, sino varias- que dejarían muy clara cuál sería su postura sobre las cuentas de la comunidad: si presentarían enmienda a la totalidad del texto o si, por el contrario, permitirían que siguiera su tramitación parlamentaria negociando enmiendas parciales para intentar mejorarlo incluyendo propuestas propias.
Pero todo quedó en eso, en una proclamación pública de intenciones. Podemos no aclaró nada sobre los Presupuestos del Principado antes de que los asturianos acudieran a las urnas, como había asegurado que haría. Esperó hasta ayer. Es decir, que los podemistas incumplieron su promesa como si de un viejo partido se tratara. Lo que no se entiende es por qué Emilio León y el resto de diputados del partido morado no hicieron lo que habían dicho. ¿Qué es, que pensaban que concretar su postura sobre las cuentas del Principado podría restarles votos? Pero ¿no venían a acabar con este tipo de prácticas políticas?, ¿no venían los emergentes a desenmascarar a quienes anteponen las estratagemas, las politiquerías, a la verdad?
