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Votar rejuvenece

Las paradojas de la política a la vista de los resultados de las últimas elecciones generales

Una vez más se produce en España el pintoresco fenómeno electoral de que unas elecciones que no ganó nadie las hayan ganado todos: el PP suma treinta diputados más que el segundo de la lista; el PSOE se proclama con toda razón como el partido más votado de la izquierda y Ciudadanos, que hace un año no tenía un diputado, ahora tiene cuarenta. El caso más espectacular e inquietante es el de la gran subida de Podemos, cuyo líder, la noche un poco negra de los resultados, en lugar de decir vaguedades como los otros candidatos, anuncio la revolucion, situándose más allá de IU que solo aspiraba a "un país nuevo". ¿Por qué un "país nuevo" si vivimos en un país antiquisimo, y un buen marxista sabe que la historia se puede cambiar de acuerdo con sus intereses pero no se la puede ignorar y abolir, y un país no se cambia en una legislatura, sino que requiere su tiempo? Ahí tenemos la mayor revolución política de la historia moderna, la de 1917, que tardó setenta años en desmoronarse y en dejar las cosas peor de lo que estaban en Rusia. Es más: un país "no se cambia" por voluntad política sino que va cambiando poco a poco. A fin de cuentas, incluso los programas izquierdistas más exaltados no son la purga de Benito.

En la política actual se producen extrañas paradojas: Rajoy, que no fue capaz de gobernar (otra cuestión es la economía y sus esfuerzos por sacarnos del pozo en que nos habían metido) con mayoría absoluta, ahora tendrá que hacerlo en minoría muy ajustada. A lo mejor lo hace mejor. Cuando le sobraban votos tuvieron él y la Cospedal la "grandonada" de regalar Asturias al PSOE; pero ahora que las cosas andaban apuradas, hasta en Asturias rectificaron. En el PSOE reaparece ante la nación Susana Díaz. como una bocanada de aire fresco. Pedro Sánchez era demasiado romo, demasiado espeso, demasiado demagogo de tópicos que no decía nada: por lo menos, la "líder" andaluza dijo algo. En cuanto a los de Ciudadanos, la noche electoral parecían colegiales en día de excursión. Los de Podemos mostraron su aspecto más anacrónico, anunciando la revolución. Lo más curioso del caso es que los defensores de ese anacronismo sean jóvenes. Ante este panorama, el partido más moderno es el PP, al que, según las encuestas, votan ciudadanos de más de cuarenta y cinco. Pero votar rejuvenece. Mirando las listas del Senado, aparece Ovidio Sánchez, como hace treinta años. Por otra parte, no veo claro que el bipartidismo haya desaparecido en estas elecciones. Es cierto que hubo otros partidos en la liza, pero los más votados fueron el PP y el PSOE. El problema del PSOE es que ahora tiene la parroquia más repartida. Pero existe una izquierda moderada que siempre votaría al PSOE, pero no a IU ni a Podemos. Por eso, tal vez, el PP juega tanto a la socialdemocracia. ¿Para atraer náufragos? Pero no tienen en cuenta que quienes no votarían a IU ni a Podemos tampoco lo harían al PP.

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