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Joaquín Rábago

Nuevo juramento hipocrático

Desde hace siglos, los médicos comienzan el ejercicio de su profesión con el juramento público que lleva el nombre de Hipócrates. Un juramento que compromete al médico, entre otras cosas, a guardar el secreto, ejercer la profesión "con inocencia y pureza", "evitar todo mal y toda injusticia" y no llevar "otro objetivo que el bien de los enfermos". En el siglo pasado y en el marco de las convenciones de Ginebra se actualizó ese juramento y se bautizó con el nombre de esa ciudad suiza una declaración que comprometía al profesional a no utilizar sus conocimientos médicos "contra las leyes de la humanidad" y a desempeñar su arte con "conciencia y dignidad".

Con independencia de las buenas intenciones proclamadas en el juramento hipocrático o la llamada Declaración de Ginebra, parece que la medicina antepone muchas veces los criterios económicos a la salud y el bienestar de los pacientes. El especialista en deontología de la medicina Giovanni Maio sostiene que algunos médicos acaban interiorizando "la lógica económica". De ahí que los consejos que dio aquel sabio griego tengan en la sociedad actual sólo una aplicación limitada y se haga conveniente actualizar incluso la Declaración de Ginebra de 1948. Un especialista belga en ética médica, un cirujano, una economista, una psicóloga y una teóloga han redactado en el Instituto "Dialog Ethik", una ONG sin fines lucrativos de Zurich, una propuesta de nuevo juramento hipocrático. Consta de 18 puntos que reflejan situaciones en las que el profesional de la medicina puede entrar en conflicto con la compañía de seguros o la administración del hospital donde trabaja.

En ese nuevo juramento, el médico se comprometería a anteponer su preocupación por el buen tratamiento del paciente, a evitarle todo mal, a respetar en todo momento sus derechos y a informarle cabalmente de forma que pueda tomar sus propias decisiones. Al mismo tiempo se abstendría de utilizar a sus pacientes para medrar en la carrera o para cualquier otro fin espurio y de tomar cualquier medida que no sirviese para "aliviar sus sufrimientos, curar su enfermedad" o, en su caso, "prevenirla". El médico se comprometería también a tratar a los enfermos, así como a todos sus colegas, con respeto, así como a ir siempre con la verdad por delante. Prometería además dedicarles al enfermo y a sus familiares el tiempo necesario. El profesional se obligaría a ser "transparente" y "justo" en el empleo de los recursos a su disposición, a rechazar cualquier compensación económica por aceptar a un paciente o derivarlo a otro médico y a desestimar cualquier trato que pudiera exigirle disminuir las necesarias prestaciones.

Una declaración formal de ese tipo se hace cada vez más necesaria, sostiene la Comisión Ética helvética, porque, como señala Max Giger en una publicación médica, la práctica profesional se ve "cada vez más corrompida por intereses ajenos a los pacientes". Allí, como en todas partes.

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