La Nueva España

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La gastronomía astur triunfa. Con cocina antigua y con cocina moderna. Especialmente en Madrid. Hasta tal punto que los fines de semana, por ejemplo, es difícil encontrar mesa en restaurantes que presentan platos asturianos o de origen asturiano. Hace un lustro una exhaustiva guía explicaba que en la capital del Reino había más de un centenar de refectorios con cocina asturiana. Hoy la cosecha ha aumentado un montón, casi una veintena de nuevos locales no reseñados en "Comer entre asturianos" ponen de moda los fogones con menú del norte de los Picos de Europa. Y la exportación también sale de España.

El paseo de la Castellana madrileño, en su tramo final, es decir, al Norte, se ha llenado de buenos comedores con platos comunes en el Principado. Y no sólo con menús tan tradicionales como la fabada o el arroz con leche. Además, con precios muy asequibles. Lo que ha primado en estos años de larga crisis. Ya son muy populares en la villa madrileña los chorizos a la sidra, la empanada de bonito de masa fina o de hojaldre y sobre todo el gran cachopo, normalmente a modo de tapas o de platos para compartir. Lo de éste último -parece que un poco denostado por los grandes chefs llenos de las estrellas y soles de las guías gastronómicas que no ven mucho lucimiento en una elaboración puramente asturiana- llama la atención en los medios del sector. La combinación de filetes de carnes, de queso y de un buen jamón empanados se ha convertido en el menú compartible de pandas y familias en cenas y comidas de fin de semana.

También proliferan actualmente las verdinas con mariscos, abundan los restaurantes donde sirven fabes con almejas, con langosta y otros productos de mar o campo, a la vez que muchos bares preparan tortillas con merluza y sobre todo con bonito. Y últimamente se han puesto de moda productos típicos de las espichas como los fritos de pixín y los pinchos de bacalao. En fin, ahora que se aproxima el Carnaval, los frixuelos los ofrecen en numerosos establecimientos y los comercios especializados en quesos muestran no sólo el cabrales o La Peral, sino que invitan a probar el gamonéu. Es lo que antes se mencionaba como de moda y con las nuevas tecnologías se ha convertido en viral. Y todo antes de que llegase Fitur, la Feria del Turismo, donde el Principado mostró el año pasado el mejor pabellón.

Además, en campañas combinadas con organismos y asociaciones asturianas se organizan o comparten guías sobre productos típicos del Principado y jornadas del cachopo, las verdinas o el chosco. Es lo que ahora se llama una marea. Hay establecimientos dedicados a promocionar menús de temporada, jornadas para comidas familiares, manjares compartibles, almuerzos de empresa o festejos pandillares. Bares y sidrerías de estilos modernos donde en las horas afterwork es difícil encontrar mesa, sitio en la barra o rincón en el fumadero exterior. Y los fines de semana hay que reservar con quince días de antelación.

Por cierto, la mayoría de estos nuevos restaurantes tiene amplios comedores donde se disfruta tanto de lo tradicional -los restauradores con los mejores cocidos madrileños presumen del compango con productos astures- como de las nuevas recetas de la tierrina. Por eso se puede cambiar el "comer entre asturianos" por el "comer en asturiano". El paisaje gastroastur en Madrid es tan atractivo que habría que advertir a los madrileños de que lleva "más el güeyu qu'el butiellu". Lo justo para estar fartucos.

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