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¡Toque Dabiz!

La vida del jubileta adquiere una dimensión la mar de simpática si sabes darle ese toque de renovación que mantenga a raya la rutina y que a ti te mantenga en la flor de la juventud. Por ejemplo, la cocina es actividad recomendable. De justicia es que asumamos esa actividad los maridos jubiletas. Y cuando lleguen a casa ellas, toma, querida, ahí tienes, la mesa puesta y en el fogón un exquisito puchero de cuchara o un guiso de chuparse los dedos. Yo partía casi de cero, arroz y huevos fritos. Pero, con mi natural de máster chef, en seguida me puse al loro y hoy no me meten mano en las lentejas, ni en los negritos con arroz y no digamos en los muslos de pollo al horno. Lo que sí notaba, y ello me entristecía, es que mis platos comenzaron a ser cansinos. Cambié el orden y en vez de lentejas-negritos-muslos, cambie a muslos-negritos-lentejas, pero nada, aquel gesto de satisfacción de mi señora se disipó. ¿Renovarse? ¿Cómo?

Y en éstas vino Él a verme, desde la Cuatro, resplandeciente: "El Xef" Dabiz Muñoz. Vi el primer programa y me rendí a la evidencia de los seres supremos. La heterodoxia rompiendo moldes en nuestros bulbos olfatorio y gustativo, el sistema límbico impregnado de curry y Pad Thai, adiós a los sabores de la fabada y la merluza del pinchu, por fin. Hipnotizado por las artes de Dabiz, sin más dilación me puse a ello, a sorprender a la mi Geli. Mañana de lluvia y gris, pero en mi cocina alegría a raudales. Yo sólo y los fogones. Ambientación: música de "Rolling", éxtasis a ritmo de "Honky Tonk Woman" y "Brown Sugar" al alto la lleva. Atuendo ad hoc: montera picona y un mandil muy mono que es como un traje de faralaes de lunares marrones sobre fondo rosa y que compramos en Marbella en una salida con el Imserso. Abrí la nevera, seguro de mí mismo, tres pimientos, dos rojos y uno amarillo. Mis manos obraban y, movidas por una fuerza sobrenatural, cortaron a lo largo los pimientos. Vi seis madreñes. Deseché tres. Había que rellenar de magia les madreñes, de nuevo fui a la cornucopia que me surtió de queso de sandwich, lonchas de pavo para régimen, pepinos, harina de maíz, huevos y tomates maduros. La inspiración vino sola, lo eché todo en un gran bol y la minipimer hizo el resto. Con cuidado rellené les madreñes, por encima queso parmesano abondo y 20 minutos al horno.

Cuando ella llegó, la casa olía a renovación pura y dura, algo quemada. Sobre la mesa, las tres madreñes rellenas. ¿Y esto?, preguntó ella, estupefacta y admirada. A lo que respondí: "Tres madreñes rellenas de popurri de invierno bajo manta parmesana", es preciso comerlo con los dedos.

Dos menús del día en el bar, debajo de mi casa, a 10,50, son 21 euros. Comprobao.

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