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Gobierno grato a los mercados

Los partidarios de pactar un gobierno grato a los mercados se dejan ver con cada vez mayor insistencia. Los días pasan, la matemática parlamentaria no permite cuajar una alianza favorable a esos intereses y la posibilidad de unas nuevas elecciones horroriza. Era natural que entre esos partidarios figurasen banqueros, grandes empresarios, medios de comunicación conservadores y tertulianos de la derecha más excitada, pero recientemente se han sumado al pelotón veteranos prohombres de la socialdemocracia española (sea lo que fuere eso, como dice el maestro Millás). Los últimos, Felipe González, Joaquín Leguina y José Luis Corcuera.

El señor González ha hecho unas amplísimas declaraciones al director de su "periódico amigo". Y en ese estilo dialéctico paradojal, ambiguo y perifrástico que sus adversarios políticos calificaron en alguna ocasión de "cantinflesco" empieza advirtiéndonos que "acepta la entrevista porque está cansado de que interpreten lo que suponen que pienso o debería de pensar". El párrafo es una greguería gonzalista digna de sus mejores épocas, pero oculta (más bien poco) un soberbio sentido de la propia importancia. Y el resto de sus opiniones adolecen de parecida inconcreción por mucho que el lector aprecie en ellas chispazos de una inteligencia política que nadie le niega. Lo único que queda en claro es que para mejor defensa del bipartidismo tanto el PSOE como el PP deberán abstenerse de impedir que el otro gobierne si encuentra la forma de conseguirlo excluyendo siempre a Podemos, un grupo al que califica de leninista. Descarta también una coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos, como la que propuso Rajoy, en la medida que podría perjudicar a su partido identificándolo ante sus potenciales electores como un servidor de los grandes intereses económicos. El mensaje final de González no puede ser más pesimista: "Vivimos un final de ciclo. No sabemos ni a donde vamos ni quienes somos. Falta un proyecto reformista para España". Pero las propuestas del exlíder socialdemócrata van más allá de unas extensas declaraciones. En algunos medios se especulaba estos días con una reunión del político sevillano con embajadores de la UE, a quienes habría sugerido el nombre de Javier Solana como presidente de consenso para salir del atasco. Un hombre de su confianza, que fue ministro de Cultura, de Educación, de Presidencia y de Asuntos Exteriores, además de secretario general de la OTAN, Alto Representante de la Unión Europea en Política Exterior y de Seguridad y asesor especial en La Moncloa cuando Zapatero dio la espantada en política social. La constitución española permite esa posibilidad, muy parecida a la que se dio en Italia con el gobierno del profesor Monti.

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