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Lo que hay que oír

Francisco García Pérez

Recórcholis o rehostia

De la Concha declara que se avecina un nuevo Siglo de Oro para las letras y Vaquerizo saca libro

Mi muy respetado y admirado paisano don Víctor de la Concha, cuyos más que merecidos títulos académicos no cabrían en este artículo, me acaba de dejar patidifuso, que no significa con las patas difusas sino "parado de asombro", al declarar que se avecina un nuevo Siglo de Oro para las letras hispanas. Ocurrió durante su reciente investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca, con los Reyes presentes y con los demás presentes asintiendo de modo tan digno como complacido y satisfecho. Como me creo todo lo que don Víctor tenga a bien decir, salí a las calles de la patria mía por ver a los nuevos alevines de Garcilaso de la Vega, Cervantes, Lope y Quevedo, a los benjamines conceptistas en disputa de puñaladas verbales y acaso de arma blanca con culteranos redichos, a sonetistas en busca del primer terceto, a imitadores de Calderón y paladines del honor y la honra, a místicos en éxtasis y pícaros fingidos o ciertos llenando folios que es un primor, a los nuevos hermanos Valdés escudriñando la lengua? hasta busqué a quién sería el nuevo Bernal Díaz del Castillo. Pues nada, créanme. Seguro que me equivoqué de calles, parques y jardines en mi búsqueda. Patidifuso estaba, digo, porque no ha mucho que el mismo querido don Víctor había declarado a la prensa que el uso del español actual era "zarrapastroso", es decir, desaseado, andrajoso, desaliñado y roto, cuando no despreciable. ¿Siglo de Oro o zarrapastrismo, entonces? Por fin, en forma de cagada de paloma urbana, desperté y superé la contradicción: hay que mantener una postura en lugares de mucho rey y boato (para que persista la moral del mando), mientras que es preciso sostener la contraria al dirigirse al pueblo llano (para elevar la moral de la tropa). Ya está, asunto concluido. Amén, Jesús. Adiós a la patidifusez.

No tengo el gusto de conocer la obra completa del muy popular y celebrado don Mario Vaquerizo Caro, periodista licenciado, escritor, (acaba de sacar a los escaparates "Vaquerizismos") cantante, actor, mánager y colaborador en diversos programas de radio y televisión: "El hormiguero", "El programa de Ana Rosa" y demás cumbres de la diversión universal. También profusamente premiado, aunque en medios menos académicos. El señor Vaquerizo declara en tuíteres y en féisbuques y ante quien escucharlo quiera que uno de sus objetivos vitales es el de terminar con "la tiranía de lo políticamente correcto". Según recoge internet, don Mario ya parece haber comenzado su labor lingüística y moral, pues he aquí algunas de sus frases escogidas, recogidas o atribuidas, en las que se puede ver que nada le es ajeno, como a todo portador de buenas nuevas religiosas. El clima, la agricultura, la genitalidad y la psiquiatría: "Como siga lloviendo así las fresas van a parecer chochos esquizofrénicos". El complejo mundo de los idiomas: "Tú eres muy discreta. You are very 'discreti'". Los entresijos de la antropología y las leyes evolutivas o creacionistas: "Yo no vengo del mono, yo vengo de un travesti". El estro de la dulce rima: "Olvi, que es de bromi" (frase dirigida a su santa esposa, doña María Olvido Gara Jova, alias Alaska). Los tránsitos y la ornitología: "No sé lo que es la transmigración. Ah, bueno, sí, lo de los pájaros". La ruralidad y el mundo bovino: "Voy mucho al campo, pero no a ordeñar, soy más de ir al supermercado y cogerla directamente". La radical crítica artística: "¿Qué museo tiene la Reina Sofía?". El arcano, el enigma sin resolver: "Mucha hippie hippie hippie, pero son hippietruscas". La geografía como ciencia inexacta: "Roma y Grecia son dos islas mediterráneas".

Así que por aquí vago en soledad pensativa sin saber si debo alborozarme por que un Siglo de Oro esté al caer o por mesarme la calva ante el proceder de la nueva barbarie. Vivo sin vivir en mí, vivo en un ¡ay!, ya no sabe uno si decir recórcholis, a lo Siglo de Oro, o rehostia, a lo Vaquerizo. Mundo cruel.

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