Llega la primavera y regresa a Gijón, como El Almendro por Navidad, el runrún de la moción de censura contra Moriyón, que es emoción de censura para la izquierda sociológica de esta ciudad, que no acierta a desbancar a la cirujana, sea por culpa de las viejas rencillas navales, sea por el tamaño de los egos. Dicen que la Alcaldesa está nerviosa, que oye sonar en lejanía los cascos de los caballos del Apocalipsis y que está dispuesta a "transversalizarse" aún más, para no contrariar a los amigos de la marca blanca gijonesa de Podemos. Pretender resolver ahora, en vísperas de unas elecciones generales, la "anomalía democrática" de Gijón a sabiendas de que la cercanía de las urnas todo lo contamina se antoja una manzana con gusano dentro. Lo anómalo es que la aritmética no se aplicara al inicio de mandato, cuando los tres grupos de izquierda sumaban una consistente mayoría. Ahora ya nadie se cree el aviso de que viene el lobo.
