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Síndico de Cuentas del Principado

Arrobas de sabiduría

Gratificante viaje por el mundo a través de las acuarelas y plumillas del artista asturiano Fernando Fueyo

El artista asturiano Fernando Fueyo expone, durante el mes de mayo, una cincuentena de sus trabajos en un local de la ovetense calle Fruela, frente al Parlamento asturiano. Fernando es uno de esos sabios desconocidos del público asturiano y uno de los mejores ilustradores europeos cuyas obras han recorrido innumerables museos y galerías. Con frecuencia, sus acuarelas retratan la naturaleza, los árboles, las culturas indígenas donde logra plasmar su esencia. Por eso, Juan Luis Arsuaga, pionero en las investigaciones de Atapuerca, pidió su colaboración para ilustrar la publicación de sus avances científicos.

En las paredes de la sala de exposiciones cuelgan algunos dibujos donde el artista explica la evolución del conocimiento humano desde las primeras inscripciones o anotaciones encontradas en las cuevas; el caballo de Candamo, pero también unas barras registrando el número de cabezas del rebaño. ¿Nació el arte en la misma gruta que la burocracia? Le escucho: "Antonio, todo lo que se pueda dibujar hoy en un papel ya ha sido hecho en alguna civilización". Lo que no está dibujado no existe.

Viéndolo con ojo de contable pienso en la cultura inca, cuya expansión andina tuvo mucho que ver no sólo con su red de caminos, sino con el quipú, una forma de anudar una cuerda de lana o algodón a modo de rudimentaria contabilidad, imprescindible para el comercio o la administración del imperio. Una cuerda principal, sin nudos, de la que penden otras anudadas con diversos colores, formas y tamaños, eran los ancestros de nuestros asientos contables. Sobreviven en los museos andinos unos 750 quipús, verdaderas joyas (algunos con mil cuerdas) aún por descifrar totalmente, aunque sabemos que conocían el cero, que en esa época aún no utilizaban los romanos.

Imagino a los funcionarios quechuas rindiendo las cuentas a algún jerarca y pienso lo poco que ha cambiado el mundo. No puedo evitar evocar a Cervantes, contemporáneo de aquellos últimos incas independientes, que justificó mal la recaudación ante los Contadores de Hacienda de Felipe II y dio con sus huesos en prisión. Se le daba mejor el arte que la contabilidad o la burocracia. Sin embargo, no falta quien sugiere que gracias a su estancia en la cárcel de Sevilla se engendró "El Quijote".

En esa misma época se usaba la arroba (simbolizado en las cuentas así: @) como unidad de medida de capacidad: la cuarta parte de un quintal o 30 libras castellanas. La trajeron los árabes al Mediterráneo y duró hasta el siglo XIX, cuando se implantó oficialmente el sistema métrico decimal. Sin embargo, aún es posible encontrar las arrobas en el lenguaje castizo, siendo sinónimo de abundante como en el título de esta tribuna. Para recordarlo, Fernando Fueyo concluye su muestra con unas referencias a la @, metáfora de la modernidad y la fluidez de las comunicaciones, cuyo desuso fue aprovechado en 1971 por el informático estadounidense -y premio "Príncipe de Asturias"- Ray Tomlinson para la dirección del correo electrónico como carácter que se encontraba en todos los teclados sin formar parte de los nombres de las personas.

Este símbolo, reciclado sin saberlo del viejo mercadeo, representa hoy el nuevo comercio electrónico: aquellas pesadas alforjas y garrafas hoy viajan en esos contenedores ultramarinos que disuelven las industrias y manufacturas locales y se van por la misma alcantarilla que sus aportaciones tributarias sostenedoras de nuestro Estado de bienestar. No todo es luz y progreso en las transacciones internacionales, como ha quedado en evidencia con los denominados "papeles de Panamá". Con tanto escaqueo, difícil lo tendría hoy Cervantes para recaudar las arrobas de trigo de Écija destinadas a la Armada Invencible.

Por eso, visitar la exposición de Fernando ha sido un gratificante viaje por el mundo a través de sus acuarelas y plumillas. El "espíritu de las cosas" es una esmerada representación de sus viajes, sus experiencias y observaciones en el Tíbet o en Japón, con sus amigos nómadas del desierto africano, con los quebrantahuesos de San Esteban de Cuñaba, en plenos Picos de Europa, o la carbayera del Tragamón. Cabe todo esto en una simple y diminuta letra dentro de un círculo. Y parte de la recaudación de la muestra irá destinada a los refugiados de Siria, demostrando que sabiduría y generosidad van de la mano.

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