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Mirador de sombras

Parece que al fin lo vamos a conseguir

Los intentos de España de destruirse desde dentro

Decía Macaulay que, si se quiere conocer cómo un gran pueblo se destruye a sí mismo, es imprescindible leer la Historia de España. En el mismo sentido, Churchill afirmaba que España es la única gran nación que lleva cuatro siglos intentando destruirse desde dentro sin conseguirlo. Es de notar que sean ingleses quienes tienen un sentido tan exacto de la decadencia española, el gran imperio que no levanta cabeza desde comienzos del siglo XVII. A otros países vecinos, la decadencia española les importa poco, o les alegra, porque cuando una gran casa se desmorona, siempre hay algún avispado que se hace cargo de los retales. Sin ir más lejos, a nuestros vecinos fronterizos. Pero los ingleses son de estirpe distinta. Se conoce que les desagrada ver la grandeza tirada por los suelos, aunque sea la del vecino y principal competidor durante una temporada. Los ingleses heredaron el dominio de los mares y se aprovecharon de las riquezas que los españoles traían desde las Indias a Europa. Los ingleses abordaban los galeones y se las arrebataban. Bien es verdad que los españoles no perdían nada, porque aquellas riquezas las habían extraído los indios. Los únicos que ganaban, en consecuencia, eran los ingleses.

España, a pesar de la incompetencia de los gobernantes, de los saqueos a que fue sometida, de que dejó de figurar muy pronto en el concierto de Europa quedando relegada a una posición marginal, de que estuvo ausente de los grandes acontecimientos europeos desde las Cruzadas a las grandes guerras mundiales del siglo XX, tuvo a su favor que fue una nación que hizo la Historia y no le tocó sufrirla, como a tantas otras europeas. Gracias a ello su historia puede resultar desgraciada o grotesca, pero no trágica. Todo lo que la historia española tiene de trágica es obra de los propios españoles. La monarquía iba de mal en peor, pero al menos iba; lo grave fueron las innovaciones, bien por la vía de la astracanada (la primera república) o de la violencia incontrolada (la segunda). Y aunque no supo aprovechar circunstancias favorables, algunas provincias, actuando por su cuenta, mejoraron y se enriquecieron. Es el caso de Cataluña, situada entre dos grandes potencias como Francia y España en época en que ambas eran aún poderosas: su historia habría sido tan demoledora como la de Polonia entre Alemania y Rusia. Una Cataluña independiente en el siglo XVII no existiría en el XXI. Y puestos a hacer malos negocios, los españoles se quedaron con Cataluña y perdieron Portugal. Algo de lo que no nos hemos arrepentido suficientemente, por desconocimiento de nuestra propia historia.

Pero ahora parece que lo que los ingleses preveían hace siglos va a suceder al fin y España acabará desapareciendo del mapa por acuerdo de los partidos de la llamada derecha (ellos prefieren llamarse de "centro-derecha") hasta los separatistas aliados de sus amigos-enemigos más contumaces, los socialistas, dispares en cuestiones de detalle pero conformes en el antiespañolismo; desde el capitalismo extremadamente conservador al progresismo que propone regresar al Neolítico. Aquí nadie se pone de acuerdo aunque el barco se hunda. ¿Imaginan a Pedro Sánchez apoyando a Churchill en 1940? Bien es cierto que Pedro Sánchez es inimaginable como laborista inglés. Así, en España cada uno va por su lado y a lo suyo, en una Europa que no marcha mucho mejor. Acaso el error de España haya sido entrar en Europa creyendo que era la "modernidad" cuando es una espuerta de grillos.

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