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Dos años después

Obviamente, las consideraciones que siguen se refieren al 27-J, día posterior a las próximas elecciones generales de España. Entendemos la desertización informativa propiciada por los partidos políticos actuales en el estéril afán de jugar al despiste con los electores para tratar de ganar afinidades marginales, si bien se ha de notar el contraste de esta actitud con la cerrazón de sus líderes a la negociación y al entendimiento con posibles afines, y constatamos que el tiempo perdido en los cinco últimos meses de desacuerdos, tiene la única utilidad de que ya todos nos conocemos, a pesar de los maquillajes mediáticos. Podemos (no sé qué); cambiemos (no sé cuánto); continuemos (tal como estamos); negociemos (sin aclarar previamente de qué y con quién).

Notamos que los politólogos de este país se abstienen de hacer un diagnóstico de la situación, y no hablemos ya de un tratamiento de la patología política, manifestada en el "sí, bwana" a los nuestros, y en el ,"y vosotros más" a los adversarios. Tras este aburrido planteamiento, la realidad es que el toro está ahí y hay que lidiarlo. España está ahí y necesita un gobierno. Ochenta años de experiencia vital; entre ellos cuarenta de docencia universitaria y de seguimiento de acontecimientos políticos, al menos diez desde escaños parlamentarios de la Junta General del Principado y del Senado, me animan ahora desde la serenidad del ciudadano de a pie a expresar las siguientes alternativas posibles:

Opciones constitucionalistas: ofertadas por los partidos PP, PSOE y C's, respectivamente de derecha moderada, izquierda moderada y centro indeterminado. Con pretensiones de gobierno, ya sea por mayoría absoluta, ya con la abstención de los otros; ya en coaliciones por pares PP-C's o PSOE-C's, o en tripartito. Cualquiera de esas posibilidades se ve fuertemente restringida por la demostrada intolerancia de los líderes respectivos. Es claro que este desperdicio de oportunidad constructiva es responsabilidad de las comisiones o comités ejecutivos de estos partidos mayoritarios, al no renovar sus candidaturas tras los estrepitosos fracasos electorales del 20-D, como implacablemente debieron hacer. En resumen: malos pronósticos.

Asociación de partidos de izquierda-radical, separatistas y/o anarquistas, con el factor común anticonstitucional. En realidad constituyen una mezcla de antiguallas ideológicas, con graves contradicciones entre el internacionalismo comunista y el separatismo soberanista, que hoy ya sabemos conduciría a situaciones como las de Grecia y Venezuela, con escasos atractivos para los ciudadanos conscientes que ven día a día la televisión. Una opción de escasas posibilidades de éxito, aunque peligrosamente populista.

Opción de izquierda-oportunista: podría producirse por una postura desesperada del candidato del PSOE, que le llevara "in extremis" a unirse a la izquierda radical en un intento terminal por llegar a La Moncloa rebasando directrices superiores. Debiera ser abortada por el Comité Federal, pero... El poder no lo justifica todo, aunque bien se sabe que es muy goloso para los que quieren participar en él.

Opción de desentendimiento total, con consecuencia de no investidura. Repetiría la situación posterior al 20-D. No descartable en absoluto cuando los partidos se presentan a los ciudadanos con los mismos oscuros programas, los mismos líderes planos y las mismas actitudes de intolerancia. De diagnóstico grave para la paciencia de los ciudadanos, el continuado colapso gubernativo de España y las decisiones de los inversores internacionales. Un obvio mal pronóstico, con sólo dos alternativas: una inadmisible de nuevas elecciones y la otra que sigue:

Designación directa de candidato a presidente por S. M. el Rey y Jefe del Estado. Esta última opción tiene el único -aunque serio problema- de que ha de ser posteriormente refrendada por las Cortes, como corresponde a un régimen de monarquía parlamentaria. Sería comprendida por los ciudadanos, y probablemente obtendría el respaldo común -que previamente debiera sondearse- de parlamentarios de diversos partidos constitucionalistas, ya hartos de la ineficacia y del egoísmo de sus propios líderes. Naturalmente, habría que formular una propuesta muy atinada, que pudiera contar con parlamentarios sensatos de ideologías diversas. Los hay. El candidato ha de reunir en su persona prestigio acreditado, talante moderado, preparación y experiencia, con independencia de sus afinidades políticas, sexo, condición civil o militar, etc. A modo de muestra, lógicamente ampliable, puede aportarse la heterogénea relación que sigue: J. L. Corcuera (exministro), F. Vázquez (exembajador), J. Leguina (ex delegado de Gobierno), J. Solana (Unión Europea), M. Pizarro (exdiputado y presidente de REE), J. Mayor Oreja (exministro), E. Aguirre (expresidenta del Senado), F. Trillo (embajador y exministro), D. Martínez-Palomo (secretario general de la Casa del Rey), J. Alfonsín (jefe de la Casa de Su Majestad y abogado del Estado); J. Ruiz Casas (jefe del Cuarto Militar de Su Majestad y vicealmirante).

Es claro que el Gobierno posteriormente propuesto por el presidente así nombrado debería tener una composición multivariada.

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