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La vida y sus derechos

Los abortos voluntarios, las leyes de la naturaleza, la muerte y el rigor científico

Todos hemos sido zigotos, fetos y bebés, tanto las mujeres como los varones, y si ahora somos más o menos adultos significa que nuestros mayores nos respetaron en todas aquellas etapas tempranas de nuestra existencia y no nos han matado, pero sí, quizás, a más de uno de nuestros coetáneos o incluso de nuestros hermanos.

Biología dice que la vida comienza con la concepción y tiende a ser cada vez mejor, más completa, más "adulta". Pero que también puede frustrarse, y por varias razones, unas fisiológicas o fisiopatológicas y otras derivadas de la voluntad de los progenitores o de alguno de ellos. Eso se da cuando la biología se cruza con la cultura o con la "incultura". Son los casos de los abortos voluntarios que, por razones que sean, interfieren a la ley biológica, que es la ley de vida, y también de la muerte por la extinción natural de la vida.

Los abortos a que se refiere este escrito son actos de violencia ejercidos contra seres como nosotros en las fases tempranas del desarrollo. El que escribe estas líneas, y los que benévolamente las lean, pasamos por esas fases y nuestra existencia ha sido respetada. El tal respeto se deriva de la naturaleza, en el seno de la cual es concebida cualquier existencia que, dentro de la lógica, ha de ser cuidada y conservada, salvo casos excepcionales, que se justifican por sí mismos, como, por ejemplo, el de la inviabilidad del feto.

Las leyes de la naturaleza son todas "democráticas", porque no conocen excepciones: ni en forma de restricciones ni de los privilegios. Los humanos podemos amarnos sin concebir, pero una vez ocurrida la concepción, ya se trata de la aparición de un ser humano nuevo con todo el derecho a la vida, a que sea amado, cuidado, amparado y aceptado, como uno más de la gran familia humana, como lo hemos sido todos los que poblamos esta hermosa Tierra. En términos biológicos, el zigoto ya es un ser humano aunque no tenga todavía su forma definitiva. Si en todas las legislaciones se considera el homicidio un crimen, en rigor biológico también lo es el aborto voluntario, sea cual sea la fase del desarrollo del embrión o del feto.

Quien lo acaba de afirmar no se convierte por este hecho ni en portavoz ni en eco de ninguna confesión religiosa ni de ninguna ideología en concreto, sino de quien pretende seguir en sus razonamientos la senda de un rigor estrictamente científico.

De modo que las peticiones que ciertas colectividades feministas hacen de una legalización del aborto libre no son más que fruto de la ignorancia del alcance de las leyes de naturaleza. Esas organizaciones fundamentan sus pretensiones sobre el supuesto derecho que consideran tener como administradoras de las capacidades de sus cuerpos, sin embargo, mientras que la prevención del embarazo no presenta ninguna dificultad, una vez confirmado el embarazo, entran en vigor las leyes de la naturaleza, que hemos de considerar de rango superior a cualquier norma legal humana.

Además, si uno o una ya ha nacido, pero se le hubiera negado, mediante el aborto, a un hermano o a una hermana, se le hubiera hecho un daño realmente irreparable, dadas las ventajas que conlleva desarrollarse y vivir en compañía de los seres que lo comparten todo con uno.

El autor de este artículo es licenciado en Derecho y tiene plena consciencia de a quiénes estas líneas van a agradar y quiénes se sentirán contrariados por las mismas. Por eso conviene a recalcar el carácter rigurosamente científico de la motivación de este artículo.

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