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Sol y sombra

Perder plumas

Rajoy quiere ir rápido cuando los demás pretenden ir lentos. Esta es la primera consecuencia de los resultados del 26-J, pero a a la vez una contradicción con el ritmo cansino que suele acompañar al presidente en funciones del Gobierno y ganador de las elecciones.

Tiene una explicación. Rajoy busca una segunda victoria por sorpresa que le permita formar gobierno ante el asombro de una oposición que ha decidido aún no serlo, ni exponerse a apoyarlo en una investidura. Es natural: tanto el PSOE como Ciudadanos y Unidos Podemos lo trataron como una especie de apestado, y ahora resulta que el apestado no sólo ha impuesto sus razones ante los votantes sino que ha sacado 52 escaños al segundo de los opositores. Los electores son así de caprichosos: hay un tipo que no ilusiona y ampara la corrupción y, sin embargo, optan por él para prevenirse del peligro de quienes constituyen la alternativa.

En España se ha votado esta vez contra éste y contra el otro, y al final el menos desfavorecido de todos ha sido Mariano Rajoy, el que más se puso de perfil en el teatrillo insoportable que siguió a las elecciones de diciembre. Si ahora volvemos a la escena y ello nos condena a una tercera oportunidad electoral es posible que los españoles acaben revalidando a Rajoy con una nueva mayoría absoluta.

Pero no hay que perder el tiempo. Las urnas han puesto a cada uno en su sitio y los partidos tienen que saber interpretar su resultado. Evidentemente nadie quiere desgastarse apoyando por acción u omisión al apestado que ganó las elecciones, sin embargo alguien tiene que hacerlo. Como es natural alguno perderá plumas, lo que no parece normal es que lo haga el que ha ganado con tanta diferencia de votos. La democracia, señores y señoras, también es así.

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