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Referéndum dum-dum

Después de ganar por los pelos un referéndum sobre la independencia de Escocia y de perder otro contra la del Reino Unido, a David Cameron solo le queda organizar una tercera consulta en su casa, para que la familia del primer ministro británico vote si debe quedarse o no en ella. Gafe como viene demostrando ser el Capitán Desastre, no hay que excluir siquiera la posibilidad de que su señora e hijos decidan echarlo del domicilio. Democráticamente, como es natural.

Lo que el rubicundo Cameron ha patentado es el referéndum modelo dum-dum. Así se llaman las balas de expansión que revientan al hacer impacto sobre el cuerpo de la víctima, multiplicando los daños. Exactamente eso es lo que ha sucedido con la votación antieuropea que el temerario Cameron convocó para no perder las elecciones de 2015.

El efecto del referéndum dum-dum ha dejado a su país fuera de Europa y, en su onda expansiva, amenaza con llevarse por delante a la UE, hundir al continente en la recesión y desunir al propio Reino Unido al abrirle la puerta de salida a Escocia e Irlanda del Norte. Y, para mayor inri, nada de eso le ha evitado a Cameron la pérdida del gobierno.

Como un moderno Sansón, el premier británico ha derribado las columnas del templo de la Bolsa y, a mayores, los votos dum-dum de su referéndum están poniendo en serio riesgo de finiquito a un proyecto tan sugestivo como el de la Unión Europea.

La idea de sustituir la guerra por el comercio en Europa mediante la abolición de las toscas fronteras nacionales era -y es aún- uno de los planes más progresistas que cualquiera pueda imaginar. Cameron ha conseguido sin siquiera proponérselo que los británicos vuelvan a creer en la utilidad de los aduaneros como barrera frente a los males de la globalización. Peor aún, el ejemplo ha contagiado de entusiasmo a fascistas y populacheros varios del resto de Europa, que ya exigen poner también puertas al campo (e incluso a China) en sus respectivos países.

Que tan anacrónico fenómeno haya ocurrido, además, en el país de Adam Smith, profeta del liberalismo y la franca circulación de bienes y personas, no hace sino confirmar los poderes vagamente diabólicos que adornan al aguafiestas Cameron.

La historia del mundo abunda en ejemplos de gobernantes cenizos. Ahora bien, el primer ministro británico ha demostrado una tan grande capacidad para crear problemas donde no los había y sembrar el caos en todo un continente que no queda sino clasificarlo entre los manzanoides y los sotanillos: las dos especies más virulentas de gafe.

Descreídos habrá que prefieran atribuir la calamidad que ahora afronta Europa al miedo que la inmigración suscita entre los ciudadanos, a la falta de democracia interna de la UE o al auge de los populismos impulsados por la crisis de las finanzas. Todo eso ayuda, pero quizá haga falta el catalizador de un buen gafe para que todo salte por los aires. Cameron lo ha conseguido con su referéndum dum-dum. Y a ver dónde encuentra ahora Merkel un contragafe.

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