Existe un dicho hindú que asegura que cualquier mono puede alcanzar un plátano, pero sólo los humanos pueden alcanzar las estrellas. A estas alturas es dudoso que haya humanos con capacidad para alcanzar un plátano. Y las estrellas sólo están al alcance de algunos astronautas: lo habitual del género humano es la tendencia a estrellarse. De lo que no cabe duda es de que los humanos somos primates excepcionales. Con frecuencia sale a relucir un origen tribal que nos devuelve a la selva, como podemos comprobar en los noticieros. O nos llevamos la jungla a casa, al trabajo, al estadio, al templo, al Parlamento, a la cama...
Basta con leer cada mañana la crónica de sucesos para reconocer cuántas veces al cabo del día nos adornan comportamientos orangutanes: "Atentado en el aeropuerto de Estambul: 41 muertos y 239 heridos"; "Un joven asesina a una niña a cuchilladas"; "Trump defiende la tortura "? El tratamiento inhumano que los gobiernos de Europa están dando a la riada de refugiados no es más que la confirmación de la pervivencia de nuestro gen más salvaje, menos predecible, más irracional y despreciable. Cuántas veces prevalece en nosotros el gorila poderoso al frente de la manada; el mandril con el culo pelado de hacer trastadas; el chimpancé zalamero que baila por unas monedas.
