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Sentielecciones

El gran psicólogo Mariano Rajoy acertó de pleno al aseverar: "Somos sentimientos y tenemos seres humanos", y eso a pesar del cachondeo que se armó cuando expuso su revolucionaria teoría. Esa hipótesis iluminadora arroja una nueva luz sobre lo que somos como especie y explica, entre otras cuestiones, los inesperados resultados de nuestras últimas elecciones generales.

Porque, digámoslo sin titubeos, si fuésemos simples seres humanos que tuviéramos sentimientos, podríamos albergar al mismo tiempo en nuestro interior otras facultades, como, por ejemplo, las de pensar y razonar, que desfasadas corrientes psicológicas de otros tiempos consideraban también humanas.

Los recientes comicios han confirmado lo que en las universidades más egregias se conoce ya como "la verdad de don Mariano". En efecto, somos sentimientos que han colonizado, abducido, o como quiera llamarse, a los bípedos implumes. Y ése es el quid que lo explica todo con absoluta claridad. Es evidente que, como sentimientos que somos, podríamos haber escogido en nuestra evolución tener otra cosa, pongamos chimpancés, pulpos o koalas, pero nos ha tocado tener seres humanos, lo que en demasiadas ocasiones no deja de ser un incordio.

En la campaña electoral, cuando los candidatos a presidente de Gobierno salían en las pantallas, eran vistos con ojos emocionales, no racionales. Y si, como ocurría, los aspirantes -sólo hombres, por cierto- se contradecían, insultaban, atemorizaban, mentían, atribuían sus deficiencias a los otros o se mostraban crispados, sectarios o agresivos, desilusionaban de inmediato a sus posibles votantes, o, si se prefiere, decepcionaban a esos sentimientos que poseen seres humanos. Y la reacción era, si se sabía ver, muy, muy previsible.

Pero no se supo ver. Las encuestas erraron de manera estrepitosa en sus predicciones; dieron cuenta de lo superficial, no de lo esencial, interpretaron lo cuantitativo, no lo cualitativo. Se equivocaron porque carecían de indicadores adecuados para realizar mediciones ajustadas a la nueva teoría rajoniana. Los instrumentos que usaron fueron elaborados por máquinas, se suponía que inteligentes, con las que se obtuvieron datos fríos, duros; en suma, insensibles. El gran fallo fue no haber utilizado lo que en las matemáticas de la intimidad se llama "algoritmos sentimentales".

Otro importantísimo teórico, el psiquiatra Carlos Castilla del Pino, que escribió en el pasado siglo un extraordinario tratado titulado "Teoría de los sentimientos", sostenía: "El dominio sobre sí mismo, como se dice en el lenguaje coloquial, es dominio sobre la expresión de nuestros sentimientos. Lograr que 'no se nos vayan de las manos' es una espléndida metáfora que alude a cómo debemos 'sujetar' lo que puede desbocarse".

En estas elecciones hemos comprobado que esa visión meridiana ha quedado superada por la nueva teoría mariana.

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