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Sol y sombra

¿Hay línea roja?

Esta vez la línea roja es presumiblemente no repetir elecciones. A simple vista es lo que figura en el guión y, sin embargo, no hay que fiarse del todo. Del nuevo postureo poselectoral se desprende que existe interés en desvestir a Rajoy unas cuantas veces antes de investirlo de bastante mala gana. Entre las excusas para rechazar al ganador de las elecciones hay de todo: malas formas, rodillo, corrupción, indecencia, afrentas al nacionalismo, que el ganador es gallego y lee "Marca".

En lo que menos meditan sus detractores es que a, pesar de ello, de su acusado dontancredismo y de no haber dado una a derechas en cuatro años de legislatura, la lista que encabezaba en las últimas elecciones generales ha obtenido 52 escaños más que la siguiente, cuyo candidato es un inmaculado adonis que se autoproclama honrado y decente padre de familia. Que al tercero, el joven airado que da lecciones de política todos lo días, le saca 66. Y que el cuarto, otra lumbrera, no acaba de asomar la cabeza lo suficientemente para que sepamos dónde coño ubicarlo.

La conclusión es que un político comodón e incompetente, sumido en el descrédito y acusado de corrupto, le ha ganado al pulso en las urnas a tres mentes preclaras que apuestan decididamente por el cambio y que manejan, además, supuestamente mejor la escena. El político rémora seguirá con sus dídimos encima de la mesa hasta que lo invistan por aburrimiento. El resto, los que presumen de listos, darán más vueltas que un perro antes de echarse. Probablemente -no lo sé porque no soy adivino- el desenlace final sea un gobierno en minoría presidido por el registrador de la propiedad de siempre y con un país ingobernable por la sensación de frustración que ha supuesto la derrota para quienes no entendían la victoria más que como un derecho indiscutible. Paciencia, somos así interpretando los resultados.

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