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Ingeniero técnico agrícola

El secreto está en la marca

Confieso mi ignorancia; lo único que sé de bisontes se llama Buffalo Bill. Quizás por eso me llamó la atención el proyecto de criar semejante bóvido en las montañas de Caleao. Asturias necesita del desarrollo de ideas, y si ésta era buena, pues adelante, dije para mi.

Pero días atrás supe algo más. Al parecer la operación se va a poner en trescientos cincuenta mil euros, ahí es nada, y además de bisontes habrá vacas de raza sayaguesa, que son descendientes del uro, poseen gran rusticidad, hacen buena labor de desbroce, y producen carne de calidad.

Resumiendo, el plan parece ser introducir la vaca sayaguesa en Caso, precisamente en Caso. A la vista de las razones aducidas para esa elección, mi desbaratada cabeza me llevó a sospechar que estábamos, otra vez más, ante la invención de la pólvora. Intentaré razonarlo.

De entrada, todas las razas vacunas europeas descienden del uro, no solo la sayaguesa. Bueno, pudo ser un error de transcripción. Pero analicemos un poco más la cuestión: la raza sayaguesa, junto a la alistana-sanabresa, la limiana, o la mirandesa, conforman las llamadas "Morenas del Noroeste" que junto a la asturiana de los valles, a la casina, y alguna otra, pertenecen al llamado "Tronco Castaño", grupo que abarca las razas autóctonas que habitan en el noroeste de la Península, con excepción de la rubia gallega, emparentada con la rubia de Aquitania, y que nada tiene que ver con el resto.

Podríamos decir, por sintetizar, que la asturiana de la montaña, o casina, es prima carnal -por no decir hermana- de la sayaguesa, comportándose ambas de idéntica forma. La Casina posee las mismas características de rusticidad, de adaptación al medio, y de carne de calidad que la sayaguesa. Las mismas. Hasta su aspecto es tremendamente similar. Y con el manejo idóneo -criada en pasto hasta la edad precisa-, no solo vive y recupera terrenos en los que otra raza vacuna no se defendería, sino que produce una carne de extraordinaria calidad gastronómica, sin necesidad de excentricidades como completar su dieta con cerveza o escuchar a Beethoven, tan de moda hoy, pensado todo ello para sacar la pasta a los incautos.

Gastar un dineral para introducir en los montes de Caleao una vaca zamorana hermana de la casina, que casi ha desaparecido en Caso -concejo al que pertenece Caleao- es, sencillamente, una ocurrencia, pero también un gran ejemplo que demuestra que los asturianos no sabemos ver ni explotar lo valioso de nuestra tierra. ¿Se han fijado como en la mayoría de los restaurantes se han puesto de moda carnes extranjeras -muchas de ellas provenientes de vacas de desvieje arregladas mediante cebo intensivo-. Bueno, somos así.

Meter otra raza vacuna en Caso es, aparte de hacer retorcerse en su tumba, precisamente en el cementerio de Caleao, a Alfredo Armayor, el pequeño gran hombre que soportando descalificaciones e ironías durante decenios, logró que la casina no desapareciera, renunciar a la característica de mayor valor comercial de un producto: la marca.

Seguro que conocen unas prendas de vestir que llevan cosida en el pecho una simple lagartija. Niki con llargatu, ochenta euros. Sin llargatu, veinte. El valor de un nombre. En Caso han heredado de sus antepasados la marca: raza casina, o asturiana de la montaña. Y por lo que se ve también tienen ganas de trabajar. Y parece que saben buscar el dinero. Poseen ya por tanto el ochenta por ciento de un proyecto. No dejo de pensar cuanto se podría hacer con trescientos cincuenta mil euros en aras de la diferenciación, comercialización, y manejo de un producto de primor como es la carne de nuestra casina, hoy casi imposible de encontrar en el mercado, y que sin demérito de nuestros buenos amigos de Sayago, repito, también es descendiente del uro, mal que les pese.

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