Cada vez que la Vuelta acomete las duras rampas de los Lagos viene a la memoria la edición de 1992, y el duro ataque de Perico en La Huesera, que presencié impresionado a escasos metros. Delgado estaba solo, sin equipo. El Clas asturiano quería coronar la cumbre mítica de su tierra, con Rominger y Echave al mando, en confrontación con unos "Amayas" acaudillados por Montoya, con Cubino y Parra de lugartenientes cuando la carretera se empinaba. De pie sobre la bici, dejándose la hiel en la pedalada, sin mirar atrás, Perico dictó una de las mayores gestas del ciclismo español. De aquel día recuerdo cómo los periodistas de Asturias nos empeñábamos en convencer a los compañeros itinerantes de que era errónea la denominación de "los Lagos de Enol", que machaconamente repetían los comentaristas televisivos. Al bajar de la mágica montaña, pasado Cangas de Onís, al malogrado fotógrafo Jesús Farpón y a mí nos rebasó a velocidad de vértigo un grupo de moteros. Minutos más tarde, uno de ellos se dejaba la vida en la calzada al colisionar con un camión. El impacto le cercenó entera una pierna. Mientras los servicios de urgencia trataban de reanimar al herido tendido sobre el asfalto, vimos llegar apresurado a un lugareño con la pierna seccionada, que había quedado oculta entre la hierba de la cuneta. El buen samaritano entregó el miembro amputado a los sanitarios y al instante cayó a plomo al suelo, vencido por la impresión. Y tuvo que ser atendido también por los enfermeros de la ambulancia.
