La reunión de ayer en Gijón con la que se clausuró la Escuela de Verano de la UGT de Asturias fue un fiel reflejo de lo que es en estos momentos el socialismo español. Todo, menos homogéneo. De ahí las dificultades que tienen los dirigentes del PSOE para salir del atolladero en el que se encuentran. Todos, incluido por supuesto su líder, Pedro Sánchez, tienen miedo, pavor, a equivocarse. En las actuales circunstancias España se encamina hacia unas terceras elecciones generales en diciembre y ¡a ver quién es el barón regional que se atreve a plantear ahora un cambio de estrategia que facilite la investidura del popular Mariano Rajoy como presidente del Gobierno!
El líder de la Federación Socialista Asturiana (FSA) y presidente del Ejecutivo del Principado, Javier Fernández, ha dejado entrever en repetidas ocasiones -aunque nunca lo ha dicho abiertamente- que los socialistas deberían poner fin al actual bloqueo político y permitir la única opción real de Gobierno, que es la que pasa por el centro-derecha. Porque a Fernández los números para un posible gabinete progresista presidido por Sánchez no le salen.
Si Javier Fernández albergaba alguna duda sobre los peligros que conllevaría plantear abiertamente a su partido que dé vía libre a un Gobierno del PP, seguro que se le disipó ayer. Pedro Sánchez cuenta con un importante respaldo interno. Hasta el secretario general de UGT, el asturiano de Belmonte José María Álvarez -quien durante bastantes años formó parte de la ejecutiva del Partido Socialista de Cataluña-, resaltó su "coherencia" y "lealtad con los electores". Y eso lo dice el máximo responsable ugetista incluso cuando Sánchez obtuvo los peores resultados de un candidato socialista a la Presidencia del Gobierno desde la instauración de la democracia.
Habrá que ver lo que sucede en los comicios vascos y gallegos del próximo día 25 para saber qué actitud tomarán los dirigentes del PSOE críticos con Sánchez.
