La imagen que están dando los partidos políticos españoles en su conjunto (no sólo sus líderes) es muy triste y en ocasiones, demasiadas, deplorable. Tal como se están desenvolviendo, carentes sus actuaciones de toda templanza, poco se puede esperar de ellos. O dan un giro radical o es casi seguro que habrá nuevas elecciones generales el 18 de diciembre. Es como si, por activa o por pasiva, hubiera una confluencia de circunstancias en contra del desbloqueo de la actual situación parlamentaria.
El PSOE está, cada día que pasa, más roto y así se hace realmente complicado que pueda contribuir a buscar una solución con la que evitar los terceros comicios. Pedro Sánchez, como quedó demostrado ayer una vez más, está enfrentado a un gran número de barones regionales (los más relevantes), entre los que se encuentran los secretarios generales y a la vez presidentes de los gobiernos regionales de Andalucía, Extremadura y Asturias, además de a otros anteriores líderes del partido, como Felipe González, Pérez Rubalcaba y Rodríguez Zapatero. Pero esa falta de respaldo de destacadas figuras socialistas no quiere decir que no cuente con apoyos entre la militancia. Incluso lo más probable sería (al menos eso es lo que se intuye de la ausencia de iniciativas por parte de los barones territoriales) que sacase adelante sus tesis en caso de un referéndum entre la afiliación del PSOE.
Pero, claro, de lo que se trata en estos momentos es de hablar de la gobernabilidad de España, no de saber si Sánchez gana o pierde la batalla interna en su partido.
Eso por el lado socialista. Por el de los populares los casos de corrupción que no cesan están haciendo mella, aún más si cabe, en su credibilidad. Ante escándalos como el de la exalcaldesa de Valencia Rita Barberá es normal que el resto de los partidos, incluido por supuesto Ciudadanos, se alejen del PP. Igual a los populares les ha llegado ya el momento de ofrecer algo distinto a lo que representa Mariano Rajoy.
