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Profesor del área de Historia e Instituciones | Económicas de la Universidad de Oviedo

PSOE: el final de la escapada

Octubre es un mes histórico para los socialistas. En Octubre de 1934 el PSOE organizó una rebelión contra la vuelta de las derechas monárquicas al gobierno de la República y fracasó. En Octubre de 1979 se formalizó estatutariamente la renuncia del PSOE a la ideología marxista. En Octubre de 2016 el PSOE está a punto de entregar el gobierno de España al PP después de que los barones territoriales organizaran un motín contra el secretario general Pedro Sánchez.

Todos estos acontecimientos históricos los han impulsado dirigentes políticos reformistas: Indalecio Prieto, Felipe González y de nuevo Felipe González, acabando este último "golpe" en una gestora presidida por el presidente asturiano Javier Fernández, también un reformista.

Fernández, un político prudente y moderado, que gobierna Asturias en precario y que defiende la abstención para que gobierne el PP como "mal menor", es un paradigma del socialismo histórico español: hijo de las cuencas mineras, de familia socialista, prietista y felipista, anticomunista y anticatalanista, ha hecho de la guerra política contra los neoizquierdistas de Podemos la madre de todas sus batallas, hasta el punto de que ha llegado a gritar en campaña electoral el histórico "no pasarán", ha lamentado que el PSOE se haya "podemizado", se ha atrevido a descalificar a los líderes podemitas como "simplistas" incapaces de entender una realidad política "compleja", e incluso ha llegado a ofender personalmente a su dirigente Pablo Iglesias llamándole "fariseo".

En realidad para Javier Fernández lo que él llama enfáticamente "cultura del partido socialista" frente a Podemos y también frente a los nacionalistas catalanes es una falacia o simplemente una obsesión. Una falacia porque combatir por ejemplo el catalanismo en nombre del principio de igualdad entre los españoles es falso (ejemplos vasco y navarro), pero llegar a entonar hoy el famoso grito republicano frente al fascismo para frenar a Podemos es ciertamente afirmar su obsesión, y decir que el PSOE se ha "podemizado" como algo negativo vinculado a la política asamblearia, a las elecciones primarias y a la participación de la militancia es no confiar en la democracia interna, en el papel de las bases, y reducir la política al gobierno corporativo de unas élites.

Con el histórico Fernández puesto a la cabeza de la gestora, el viejo PSOE se ha fracturado en dos partidos. Uno -la inmensa minoría- los barones y sus camarillas de funcionarios que apoyan investir de manera vergonzante al partido de la corrupción que lleva décadas encomendado a San Latrocinio. Y otro -la inmensa mayoría- los militantes y las bases que haciendo política en campo abierto -como quería Azaña- defienden la política de la dignidad. Hay en efecto dos PSOE, el mayoritario de las bases que defienden de verdad la cultura del partido: socialismo, democracia, participación y oposición a la derecha. Y otro del sistema, minúsculo y lampedusiano que dice querer que todo cambie para que todo siga igual, un partido de políticos profesionales y de cargos orgánicos e institucionales que no se reconocen ni en la izquierda real, ni en la pluralidad estatal, ni en un partido realmente democrático.

Claro que el verdadero jefe del motín contra Pedro Sánchez no fue Fernández ni siquiera Susana Díaz, fue Felipe González, el líder supremo, que después de la apuesta por el socialismo reformista dejó claro cómo entendía el ejercicio del poder: "gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones". Esa filosofía política, complementada por el control orgánico delegado en su lugarteniente Alfonso Guerra siguiendo el principio de que "quien se mueve no sale en la foto", convirtieron al histórico PSOE en un partido pragmático, posibilista, poco democrático y muy jerarquizado, que, como es sabido, desde el gobierno, y al calor de la bonanza económica, realizó básicamente políticas de consolidación de la Corona, de integración social, de liberalización del anterior capitalismo estatista español y de incorporación en la Unión Europea. Esa es en resumen la obra de Felipe González, pues después Zapatero, el menos felipista de los líderes que le sucedieron, quiso dar un nuevo impulso modernizador pero acabó derrotado por la crisis económica y sus consecuencias, dejando en evidencia los límites del proyecto reformista del PSOE al entregarse con el PP a las grandes políticas de ajuste que España sigue soportando.

Atrás también había quedado el ensayo fallido del catalán Borrell, la excepción que confirma la regla de la hegemonía absoluta del felipismo en el PSOE. Así que para volver a las andadas con viejas políticas y nuevos discursos los socialistas pusieron al frente del partido al valido Rubalcaba, que ante su fracaso fue sustituido hace dos años por el también felipista Pedro Sánchez, un moderado, un hombre del aparato y un galán. Ahora la nueva operación reconquista apostaba otra vez por el practicismo, el reformismo y por la imagen, en resumen, por la vuelta de Felipe González.

Pero demasiado pronto la historia acabó mal. Los problemas económicos y sociales no cedían, mientras los problemas identitarios y nacionalistas se enconaban, abriendo una crisis en el bipartidismo, en los partidos clásicos, por donde se colaron un nuevo partido fabricado por la banca en Cataluña llamado Ciudadanos, y un partido fabricado en las plazas por la gente que gritaba que "no había pan para tanto chorizo" llamado Podemos.

En este nuevo escenario el PSOE no pudo digerir las graves crisis económica y política, y se atragantó. Felipista vinculado a los intereses del Ibex 35, fiel al españolismo antinacionalista y soporte del bipartidismo, no supo qué hacer. En realidad quiso hacer una tortilla sin romper huevos, los huevos cogidos por el sistema, e implosionó. Primero puso a Sánchez, ahora le expulsa. Le dio la voz a las bases, hoy se la quita. Ahora el PSOE no es de sus militantes o afiliados, es del sistema, del Ibex y de los medios de comunicación que defendieron a voz en grito la continuidad del bipartidismo e hicieron la campaña contra las terceras elecciones para que, como quería Fernández, no pasaran ni los nacionalistas ni la nueva izquierda, los verdaderos enemigos.

Del sistema, del Ibex, de la Sexta y del grupo Prisa, el PSOE felipista, empujado en la sombra sobre todo por ese Fouché histórico del felipismo llamado Rubalcaba y a plena luz por la nueva Evita Perón de Andalucía, finalmente está de momento en modo "gestora". El histórico PSOE, guiado en efecto por el mando a distancia del gran timonel Felipe González, ha hecho un largo recorrido en poco tiempo desde el marxismo a la nada: primero en 1979 tuvo que ser socialista antes que marxista, luego en el gobierno fue monárquico antes que republicano, en seguida pasó de ser obrero a ser burgués, de ser federalista a ser centralista, después cuando nos integramos en la OTAN fue atlantista antes que pacifista, cuando llegó la crisis fue antes liberal que socialista, y ahora, finalmente, el PSOE es antes español que socialista, poniendo el país por delante del partido.

Pues bien, agotado por esta larga y vertiginosa travesía, que desde la lucha histórica en favor de la democracia republicana y de las clases populares le ha llevado a la defensa de la Corona y de los intereses creados que representa el sistema bipartidista, hoy liderado por la derecha más corrupta de la que tenemos constancia en democracia, el gran PSOE se va a suicidar únicamente al servicio de la gobernabilidad de la derecha conservadora y neoliberal, tirando al basurero del régimen su capital histórico, su lucha democrática secular y hasta sus propios militantes y simpatizantes, a los que deja sin voz ni voto, quitándoles -como decía el poeta- el pan y la palabra.

Será el fin de una época del socialismo español, que inició el PSOE hace casi un siglo y medio para hacer una España mejor, más justa, más igualitaria y más democrática, y que hace 37 años cambió el rumbo cuando Felipe González renunció a ser de izquierdas y se hizo reformista, el mismo que hace tres semanas puso punto final a su obra condenando por teléfono en la Cadena Ser a Pedro Sánchez y con él al futuro del PSOE.

Indalecio Prieto había escrito que es imposible regenerar la política dándole el poder a "degenerados". Es triste para los que tenemos el corazón a la izquierda pero sobre todo es un error histórico que el PSOE se abstenga para que gobierne el PP, pero si los afiliados y simpatizantes no lo remedian, este nuevo octubre será el punto final, el último capítulo, no sólo de este PSOE y de la transición tal como los conocimos, no sólo del bipartidismo, será también el final de Felipe y el felipismo, de esa política y de ese gran timonel del transformismo que reinó en España desde la década de los 80 hasta ahora, entregando el PSOE al servicio de la monarquía cuando era republicano, entregando el PSOE al sistema del capitalismo de amiguetes y las puertas giratorias cuando era socialista, entregando el PSOE al PP de la gran corrupción y de la derecha llena de sacristía y llena también de "españolistas cavernícolas", como dijo el propio Prieto hablando del abuelo de Aznar. Será el final de la escapada.

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