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Profesora del IES Víctor García de la Concha

Donde la guerra no era fría

En el aniversario de la caída del muro de Berlín

En nuestro pasado reciente como europeos hemos padecido una cruenta guerra política, económica, cultural, militar y científica que enfrentaba a los bloques comunista y capitalista liderados la antigua URSS y EE UU.

A pesar de las fronteras entre ambas partes, había un país, y de forma especial hubo una ciudad, donde sus habitantes padecieron las graves consecuencias de la división y el aislamiento; era Berlín dentro de otro país también dividido en dos, Alemania.

Mientras en Berlín occidental, una isla en medio de la República Democrática Alemana, los ciudadanos luchaban contra su aislamiento, que había separado familias enteras, en la parte oriental trataban de huir de una de las represiones más duras que se recuerdan, más aún incluso que en otras zonas limítrofes del mismo telón de acero como Hungría o la entonces Checoslovaquia.

Cuando era adolescente, en un curso de idiomas en Inglaterra, me sorprendió la llegada de una chica de Berlín occidental, que viviendo en una ciudad continental sólo podía salir de ella en avión. Sus habitantes no pagaban apenas impuestos y además su sueldo era el doble del preestablecido para el resto del país germano. Personalmente también me llamaba la atención que en aquel colegio de verano en el que se daba cabida a todos los países europeos no había nadie de algún país de la zona oriental europea pues no existía libertad de tránsito con los países del llamado Oriente Europeo.

Increíble y emotivamente fue posible la paz y la distensión. La población de Alemania del Este empezó a refugiarse en las embajadas de Praga y de Varsovia y a emigrar a Hungría como paso fronterizo. Fue el principio del fin de la caída del Muro.

Comenzaron por aquel entonces las manifestaciones frontales en contra del sistema totalitario de la RDA. A pesar de las contradicciones de los mandatarios de Alemania del Este que se debatían entre la apertura o no del régimen, los vigías militares del muro de Berlín, levantado unilateralmente en 1961, olvidaron que la guerra era en efecto "fría", y dejaron pasar a los ciudadanos de a pie por primera vez la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989 para unirse a sus congéneres.

La felicidad de los habitantes de Berlín fue inmensa. Aún recuerdo cómo en un viaje a Bruselas conocí a unos berlineses en el noventa y dos, que se acercaron amablemente a conversar y llenos de orgullo de viajar libremente todavía tres años después de la caída del Muro.

Luego viajé, por fin, a mi vez a Berlín. Quedé impresionada. Tuvieron la genial idea de recuperar con criterios modernos de calidad el centro urbano de una ciudad maravillosa con dos teatros nacionales, dos ayuntamientos, dos aeropuertos? En el centro principal levantaron edificios vanguardistas como símbolo de la unificación con el arquitecto Renzo Piano y contaron con el también arquitecto/artista Norman Foster para la remodelación del emblemático Reichstag, el Parlamento. También contaron con el español Rafael Moneo. Berlín no sería la capital de nuevo hasta que se constituyera la Alemania unificada, y así fue. La interrupción de la capitalidad de un país soberano se había perdido en 1945 con la derrota en la guerra mundial y la ocupación por los llamados aliados.

En otra visita posterior a la misma ciudad tuve un guía de la antigua Alemania oriental que confesaba cómo había podido escapar de la frontera a finales de los setenta. Según nos contaba cometió un error, pues decidió volver a la RDA donde le penaron con cárcel.

El interés que despierta en los jóvenes la historia del Muro es importante, como pude ver en la cantidad de visitantes en el museo del Chek Point Charlie. Sin duda porque los jóvenes quieren saber y entender aquello que no alcanzan y los mayores quieren olvidar el dolor de una guerra, que no fue tan fría durante tantos años. Al final, fue posible la paz el 9 de noviembre de 1989 que se festeja como el día que cayó el muro de Berlín.

Gratamente un día como el de los Premios "Príncipe de Asturias" del pasado 2009, cuando se conmemoraban veinte años, pude conocer a los tres alcaldes de Berlín desde la caída del Muro. Ellos representaban pasado, presente y futuro y en sus cargos hicieron, y hacen posible, ese sueño tan sentido de libertad que conforma la ciudad de Berlín. Allí donde la guerra no fue tan fría.

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