El pasado jueves, en Madrid, minutos antes de la conferencia de la alcaldesa de Gijón en un desayuno en el Ritz, alguien preguntó con cierta ironía a Javier Fernández, presidente del Sporting, invitado al acto, qué esperaba del partido del sábado en el Bernabéu. El máximo accionista respondió que se conformaba con sumar tres puntos de los seis próximos: tras el Madrid toca el Osasuna. Apelando a la lógica, Fernández daba por perdido el encuentro en Chamartín y fiaba la ganancia a la siguiente contienda, frente a un equipo de los de la Liga del descenso, la que el Sporting parece condenado a disputar esta temporada también.
El presidente estuvo a punto de equivocarse y el Sporting a un penalti errado de arrancar un empate en el feudo de un líder inexpugnable que acumula más de treinta partidos sin perder. De haber disputado alguno de los anteriores con la suficiencia de ayer, el Sporting discurriría hoy plácidamente por aguas remansadas de la tabla.
Pese a que le siguen penalizando enormemente gruesos errores defensivos una jornada sí y la siguiente también, con cuatro defensas o con tres centrales, los rojiblancos aguantaron el chaparrón de la capital a pesar de que al primer cuarto de hora cundía la amenaza de un diluvio sobre la portería del neófito Mariño. Le discutieron durante muchos minutos la posesión al Madrid y acabaron más enteros que los blancos, ayer un conjunto más de pega que su camiseta reciclada.
Ojalá que el reciclaje que mostró Abelardo, con caras nuevas en el once que no desentonaron y renovados bríos, sea el síntoma de una inmediata recuperación. De nada servirá la buena imagen de ayer en el mejor escenario si no se refrenda con un triunfo en la jornada venidera.
