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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Poe, el lobo y la ballena

El lunes pasado, cumplida de sobra la medianoche, la calle Corrida permanecía completamente a oscuras. Daba miedo o al menos respeto un tránsito nocturno tan inhabitual. Apenas la luminaria de algunos escaparates comerciales otorgaba unos gramos de luz a la vía comercial más concurrida de Gijón. Al llegar al Parchís, las luminarias, encendidas como es norma, ayudaban a recobrar el sosiego. La noche oscura retornaba, sin embargo, de nuevo instantes después, al paso por Menéndez Valdés...

Los empleados del servicio de mantenimiento del alumbrado público habían comenzado una huelga. Caminaba uno aturdido y puede que incluso ligeramente asustado de tanta negrura y silencio por el centro de Gijón, tal que parecía aquélla una ciudad muerta e incluso inhóspita. En la lobreguez, un menesteroso que buscaba cobijo de la noche fría a cubierto de un cajero automático no acertaba a tientas a encontrar el lecho de cartonaje de su eventual dormitorio.

Era como haber salido de la boca del lobo y tras unos minutos de regreso a la luz verse otra vez a oscuras, en el vientre de la ballena. Era como pasar, como en un relato de Poe, de un lugar tan misterioso como un gato a otro tan negro como un cuervo. Si bien es cierto que la oscuridad más terrible no es la que te rodea, sino la que te habita, cuando oscurece uno prefiere la luz al agravante de la nocturnidad con alevosía.

A última hora de la tarde, el equipo de gobierno logró mediar entre las partes para dictar un hágase la luz eléctrica de urgencia; pero a la hora tardía del regreso a casa aún media ciudad seguía con los plomos fundidos.

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