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En la picota

La vuelta de los linchamientos populares por parte de quienes se creen poseedores de la verdad suprema

Hace unos años se podía oír con frecuencia, la expresión de "ponerte en la picota". La picota era una columna, mas o menos decorada, que se colocaba en la plaza del pueblo en donde se exhibían, a los reos condenados o ejecutados para ejemplo de los ciudadanos; en Tineo se conserva una cruz en piedra, con inscripciones borrosas que se dice formó parte de la Picota de las Campas en donde se practicó la última ejecución pública, de Rafael Gancedo, por "garrote" en 1899; he conocido una picota en buen estado, que aún se mantiene, en Puente del Arzobispo, ya que la mayoría se destruyeron al suprimirse los ajusticiamientos públicos, privando, a artistas como Goya de una temática para sus desgarradores grabados, aunque entre nosotros perviven algunos nostálgicos del pasado y el deseo frecuente de volver a renovar estas edificantes costumbres.

Civilizaciones más tradicionales siguen practicando la lapidación y las ejecuciones públicas, ahora no exhibidas en las picotas sino televisadas y difundidas por internet, porque los medios de difusión se han perfeccionado en nuestra desarrollada civilización del siglo XXI y nos permiten tratar temas delicados como inocentes obras virtuales.

Fueron famosos los sistemas de los nazis, durante la segunda guerra mundial, para señalar a los judíos, buscando el linchamiento por las masas enardecidas o por los paramilitares y los somatenes. También fueron empleados estos sistemas por los estalinistas para sus purgas. La cuestión era crear un ambiente de temor para someter al pueblo, a ese pueblo al que todos prometen facilitar un estado de "bienestar" y maravillosamente descrito en "La rebelión en la Granja " de Orwell. Con frecuencia, grupos terroristas te señalan, con diversos blancos, colocándote en la "picota" de las iras populares.

El corrosión es uno de los grandes enemigos de los metales, como la carcoma lo es de la madera y la corrupción de la democracia. Un grupo parlamentario en el que muchos millones de ciudadanos han puesto su confianza para la regeneración de las labores políticas ha adoptado unas aptitudes muy poco ortodoxas y democráticas, porque a pesar de tener la confianza del voto para actuar contra la corrupción de pronto optan, como Pilatos, por lavarse las manos y pasar la responsabilidad hacia los ciudadanos poniéndoles, a quienes a ellos les parece oportuno, a los pies de los caballos situándolos en "la picota" sin juicios, sin condenas, elegidos aleatoriamente y paseándolos en los autobuses, como los nazis hacían con los judíos, señalándolos para buscar su linchamiento aunque este pueda ser solamente moral.

Siempre he pensado que o se acaba con la corrupción o la corrupción acaba con la democracia. y ahora, me da la impresión que estamos al borde del abismo y dispuestos a dar un paso al frente. Cuando veo pasar esos autobuses en donde no están todos los que son ni son todos los que están, siento vergüenza ajena y recuerdo aquellas historias que tantas veces hemos oído contar en torno a nuestra guerra civil sobre uno y otro bando, entre familias y vecinos; envidias, venganzas, checas, somatenes, "paseos" o linchamientos producidos por unas masas ciegas de ira y venganza. En pleno siglo XXI y seguimos sin ser capaces de rectificar los errores del pasado a pesar de llamarnos civilizados.

De pronto en nuestra sociedad han surgido una nueva clase de "inquisidores", poseedores de la verdad suprema y de una justicia única por encima de la propia justicia dispuestos a condenar, desde su infalible pensamiento, a todo aquello que no vaya acorde con la casta. Cuán lejos está aquella frase de "...quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra", con lo cual podemos libremente lapidar a nuestro antojo. Yo me pregunto, que es antes, el huevo o la gallina... y no he conseguido respuesta. Que es antes el ser humano o la corrupción y a la única conclusión que he llegado es que lo uno nace con lo otro, claro que para que haya corrupción debe de haber algo para corromperse, en este caso pueden ser las arcas del estado, actualizando el "Becerro de Oro" con los fondos públicos o el "maná" comunitario.

En una democracia bien estructurada existen unos políticos elegidos por el pueblo, que se organizan en distintos departamentos para la gestión y administración de los bienes del pueblo bajo unas leyes aprobadas por el parlamento que regirán nuestro destino y estos hombre y mujeres, dentro de este parlamento deben de exponer los casos de corrupción para ser juzgados y condenados, si hubiese motivo. Pero yo creo, que en una verdadera democracia no podemos arrastrar el nombre de los ciudadanos porque nosotros nos hemos erigido en jueces. Depuremos la sociedad con la justicia y los derechos humanos, no con la picota.

Recuerdo, cuando Maldonado, último presidente de la República, me decía en París, allá por los años sesenta en que uno soñaba con las libertades y la justicia, que el pueblo español había tenido muy pocos períodos democráticos, porque, en el fondo, no somos demócratas; para que un pueblo se pueda afianzar en la democracia necesita una fuerte base de respeto y honradez, y aquí parece que carecemos de ambas, no en vano nuestra literatura está fundamentada en la "picaresca".

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