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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Lenguajes gestuales

Hagan la prueba de repetir, con el volumen del audio apagado, los vídeos de las recientes intervenciones del Rey, de la podemista Irene Montero y del portavoz popular Rafael Hernando y comprobarán lo parlanchín que puede llegar a ser el lenguaje gestual en momentos de la máxima emotividad o de extrema tensión, como el que nos preocupa y ocupa.

El Rey llegó hasta donde, por ley, puede llegar: a hacer una llamada a los poderes del Estado a restaurar el orden constitucional en Cataluña. En algún momento cierra los puños y señala a la cámara con el dedo índice de su mano derecha. Tal vez le hubiera gustado llegar más lejos, sin necesidad de vestir el uniforme militar que exhibió su padre la larga noche del 23-F. Le puede la sobriedad institucional, que no logra sacarle de sus casillas. Lo contrario que la portavoz de Podemos, que basa su mensaje en un apasionamiento guerrillero, en una enmienda a la totalidad. Que pidiera al Rey una política "un poco más feminista, no tan autoritaria", resulta de algún modo grotesco. Con la voz en off, el gesto de Irene Montero se muestra rudo y tenso. Diríase que entre la ira y el estreñimiento. Basta con observar la expresión de su rostro para entender, sin necesidad de escuchar su parlamento, que su valoración del discurso del Monarca es nefasta. Hernando, por su parte, como el Gobierno: inexpresivo, hierático.

Se puede decir que Felipe VI habló más con las manos que con las palabras; que la solemne vehemencia que exigía el momento se le fue a las extremidades superiores mientras su gesto permanecía grave. Hizo el Rey lo que tenía que hacer y dijo lo que tenía que decir, que fue mucho. Y hasta donde puede llegar por el papel asignado llegó: Felipe VI no es Carlos V.

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